Por casi un año no ví a mi hija, se fue de casa sin saber su destino y se sumergió en las drogas.
Llore mucho, estuve aterrada, hasta que me entregué por completo a Dios y puse en sus manos el alma de mi hija.
Le entregué este problema que yo no podría resolver, oraba a diario y confirmada mi Fe en Él, y sabía de corazón que Él lo solucionaría. Y desde ese momento comencé a sentir Paz, realmente sentí Paz porque sabía que la vida de mi hija estaba en manos del más grande y poderoso.
Y un día llegó un mensaje, el mensaje de mi hija pudiendo verme.
Llore de emoción, de felicidad porque Dios una vez más me demostró que escucha nuestras súplicas, obra en consecuencia, solo hay que entregarle todo con Fe, hacer bien las cosas, vivir como El nos enseñó y descansar en su nombre a la espera de la solución.
Dios los bendiga.

Sra. Mirella

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