“Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras. Contra lo que ustedes suponen, estos hombres no están ebrios, pues apenas son las nueve de la mañana.  Más bien, esto es lo que dijo el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” Hechos 2:14-17a.

Algo extraordinario había sucedido en el aposento alto. Después de estar allí diez días, ciento veinte discípulos fueron llenos del Espíritu Santo. La promesa del Padre desde los tiempos de Joel reafirmada por Jesús se había cumplido.

Pedro fue claro en decir que los acontecimientos que acababan de presenciar eran sobrenaturales. Los discípulos no eran hombres y mujeres de letras como para aprender instantáneamente otros idiomas, el viento recio no lo provocó un gran ventilador, y las lenguas como de fuego sobre sus cabezas no era un holograma. ¿Con qué propósito estaba sucediendo todo esto? Lo leemos en Hechos 1:8: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

La manifestación de este poder fue evidente en Pedro enseguida. El discípulo sanguíneo, extrovertido, que había negado al Señor y huido con los demás discípulos cuando le apresaron, se paró delante de una multitud e hizo una exposición maravillosa de la Palabra de Dios. El resultado: ¡Cinco mil personas recibieron a Jesús como su Salvador! ¡Era el mismo Espíritu Santo obrando a través de Pedro! “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”. (Mateo 10:20). Vemos a un Pedro antes de la venida del Espíritu Santo y otro después.

La Iglesia no existiría como tal si no fuese por el poder del Espíritu Santo. Este poder no fue solo para los apóstoles, los ciento veinte en el aposento, los de la casa de Cornelio, los de Éfeso, ¡es para todos los creyentes en Cristo! Recordemos el mensaje de Pedro: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. (Hechos 2:39).

Sí, este poder es para ti. No te conformes con ser solo un seguidor de Jesús. Él tiene planes que quiere llevar a cabo a través de tu vida y ha prometido capacitarte con Su Espíritu para hacerlo. Ya no se trata de cuánto puedas hacer tú, sino de cuánto le dejes hacer a Él a través de ti.

Tenemos acceso al poder más asombroso que el mundo ha conocido: el poder del Espíritu Santo. Dejemos que se manifieste en nuestra vida.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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