“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.” Juan 15:1-2.

¡Qué metáfora tan práctica y fácil de entender! Si nosotros somos las ramas y Jesús es la Vid, no hay otra manera de tener vida que estar unidos a la planta. Los nutrientes que necesitamos están en Cristo. 

La clave de esta enseñanza es permanecer unidos al Señor. Cuando tomamos la decisión de actuar por nuestra propia cuenta empezamos a secarnos, pero si decidimos diariamente mantenernos en comunión con Jesús, reverdeceremos.

El resultado de esta unión permanente es el fruto. En la Biblia, el fruto es la evidencia externa de lo que hay en el corazón. Por eso Jesús dijo que cuando estemos frente a personas que tienen motivaciones ocultas nos daremos cuenta de sus verdaderas intenciones por su conducta. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mateo 7:16). Si estamos unidos a Cristo, el fruto del Espíritu debería manifestarse en nuestra vida.

También el Padre es el Labrador, y trabaja diariamente para perfeccionarnos. Si encuentra algunas “ramitas” que afectan nuestro crecimiento espiritual las podará. Puede resultar doloroso al principio, pero si aceptamos la poda de Dios con una actitud correcta, el resultado será una vida espiritual saludable.

Recuerda lo que dijo Jesús: “Separados de mí nada podéis hacer.” (v. 5). Debemos permanecer unidos a la Vid. A medida que Su vida fluye a través de nosotros, podremos dar mucho fruto.

¡Sigue cultivando tu relación de amor con Cristo!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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