“…Has juntado todas mis lágrimas en tu redoma; has registrado cada una de ellas en tu libro”. Salmo 56:8.

En la actualidad, una redoma es un recipiente de vidrio de base ancha que se va estrechando hacia la parte superior y se usa en los laboratorios. Pero en la antigüedad, una redoma era una pequeña vasija donde se guardaban líquidos. Parece ser que algunas personas llenaban ese recipiente con sus lágrimas para luego mostrarlas como evidencia del sufrimiento que alguien les había provocado.

David tenía su alma quebrantada. Estaba en un lugar peligroso, desprotegido, solitario y lejos de su hogar. Sus amigos lo habían abandonado y algunos de ellos incluso traicionado. No tenía a nadie a su lado que lo comprendiera, pero pudo llorar en la presencia de Dios sabiendo que Él lo escucharía y no pasaría por alto sus lágrimas.

Muchas veces nos sentimos como David. Nuestros sentimientos son difíciles de explicar. Lloramos porque nos fallan las personas en quienes hemos confiado. Lloramos de tristeza cuando nuestros seres queridos ya no están a nuestro lado. Lloramos de impotencia cuando hay situaciones que no podemos controlar.

El Señor es el único que puede entender realmente lo que sentimos porque Él también lloró, en público y en privado. Pero no solo nos entiende, sino que puede consolarnos. Ya estaba profetizado en Isaías 63:9: “Cuando ellos sufrían, él también sufrió, y él personalmente los rescató. En su amor y su misericordia los redimió; los levantó y los tomó en brazos…” (NTV). Esto es lo que siempre hace el Señor por su pueblo. Comprende a cada uno de sus hijos, conoce lo que sienten y sabe cómo levantarlos en sus momentos de mayor angustia y dolor.

Si haz derramado tus lágrimas en su presencia, debes saber que de allí te levantará y te dará las fuerzas para seguir adelante porque te ama. ¡Él está siempre a tu lado!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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