El diccionario define actitud como “la manera de estar dispuesto a comportarse u obrar”. Alguien también dio esta definición: “Predisposición aprendida a responder de un modo consistente”. En otras palabras, lo que tenemos en el corazón lo manifestamos a través de nuestro comportamiento. Y es importante destacar que la manera de manifestar una actitud se aprende. Eso significa que podemos cambiar nuestras actitudes.

Hay actitudes defensivas y ofensivas, benévolas y malévolas, de colaboración o de indiferencia, de entusiasmo o de desánimo, de perdedor o de vencedor, positivas o negativas… ¿De qué depende? De lo que tenemos en el corazón. Si somos sinceros, todos manifestamos buenas y malas actitudes. Entonces necesitamos evaluarlas para saber cuáles debemos someter al Espíritu Santo.

Alguna vez se preguntó ¿por qué tiene actitudes egoístas, mezquinas, machistas, indiferentes, soberbias…? Toda conducta tiene una causa. Si revisamos nuestra historia, seguramente encontremos el por qué a muchas de nuestras actitudes.

La buena noticia es que cuando recibimos a Cristo como Salvador, el Espíritu Santo vino a morar en nosotros, y a partir de ese momento contamos con ayuda sobrenatural. Él es quien nos santifica diariamente, el que transforma nuestro corazón. Con Él es posible “deshacernos de nuestra antigua manera de vivir… y dejar que el Espíritu Santo renueve nuestros pensamientos y actitudes…” como menciona Efesios 4:22-23.

Para ser transformados debemos poner diariamente nuestra vida en las manos del Señor y entregarle aquellas cosas que necesitan ser cambiadas. Al hacerlo, verá cambios que le sorprenderán y su vida llegará a reflejar el carácter de Cristo.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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