“Acordaos de la mujer de Lot.” Lucas 17:32.

Dios había sido muy claro con Lot y su familia. Debían escapar dejando atrás la ciudad de Sodoma, caso contrario el juicio podría alcanzarlos. “Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad” (Génesis 19:15). El pecado de las ciudades de Sodoma y Gomorra llegó a un punto en el que Dios decidió exterminarlas “poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente” (2 Pedro 2:6).

Lot había conocido a Dios, principalmente viendo la relación que Abraham tenía con el Señor, y aunque no conocemos detalles de su vida espiritual, Dios lo consideraba justo comparándolo con los hombres de su época. Sin embargo, al momento de elegir una tierra para establecerse, fue cautivado por la hermosura del valle de Sodoma y poco a poco fue extendiendo sus tiendas hasta vivir en esa ciudad pervertida. Esa decisión fue terrible, porque la comodidad y los lujos de su época empezaron a atrapar su corazón y su relación con Dios ya no era la misma. Pero el Señor quiso darle una nueva oportunidad a él y a su familia sacándolos de ese lugar.

Había que escapar urgentemente de Sodoma. No había tiempo para pensar en las cosas que iban a dejar. No se trataba de un paseo, sino de un escape. Ni siquiera debían mirar atrás. Pero alguien desobedeció. Ay… la esposa de Lot. Puedo escuchar los gritos de Lot y de sus dos hijas, pero ella se dio vuelta y se convirtió en una estatua de sal.

¿En qué posición habrá quedado como estatua? ¿Cómo la imaginas? ¿Levantando los brazos al cielo en alabanza por los juicios de Dios? No creo… ¿Haciendo señas para que otros también escapen y sean salvos? Tampoco. ¿Tal vez con un gesto de espanto por las cosas que estaba perdiendo? Qué triste final.

La Palabra de Dios dice que estas cosas se escribieron como enseñanza para nosotros. Al igual que Lot y su familia, somos llamados a dejar atrás lo que nos aleja de Dios. ¿Cómo es posible entonces que de vez en cuando echemos una mirada hacia “Sodoma” añorando volver a lo que nos estaba destruyendo? Creo que cuando ponemos nuestra mirada en el mundo, en vez de ser sal, solo somos estatuas que no hacen ninguna diferencia.

Tú y yo somos llamados a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante, poniendo nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2). No podemos mirar hacia atrás añorando con tristeza lo que hemos dejado. ¡Dios tiene una vida eterna llena de sus tesoros incalculables, con bendiciones diarias y la manifestación de su presencia en nuestras vidas! Cuando sabemos hacia donde nos dirigimos, ya no anhelamos volver al lugar de donde salimos.

“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:52). Pon tus ojos en Jesús. ¡En su presencia hay plenitud de gozo!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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