“¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. Mateo 2:2.

Los magos de oriente estaban seguros que el Rey había nacido, sin embargo, en Jerusalén nadie se había percatado de semejante acontecimiento.

Estos hombres dejaron su país y emprendieron el largo camino a Judea con el propósito de adorar al niño que había nacido. La misma estrella que les había señalado la llegada del Mesías también los dirigió hasta la casa donde estaba Jesús. Suena tan desconcertante que personas paganas tuvieran más deseos de adorar al Rey que había nacido que el mismo pueblo de Dios.

Las acciones de los magos estaban enfocadas en la exaltación del recién nacido Rey de los judíos. Eran hombres que creyeron la señal que Dios les había dado. Cuando llegaron a la casa donde estaba Jesús, “postrándose, lo adoraron” con temor reverente y humildad. Entonces le ofrecieron presentes dignos de un rey. Ya nada fue igual para estos hombres después del encuentro con el Salvador del mundo.

El Rey ha nacido hace más de 2000 años y se encuentra preparando su segunda venida para reinar literalmente en el mundo. Mientras tanto, sigue buscando adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Personas que se han rendido completamente a Él y le han hecho Señor de sus vidas.

El verdadero adorador es una persona que refleja con todo su ser la relación en la que está profundamente envuelto. La adoración es, en última instancia, el resultado de un profundo encuentro con Dios.

Como dijera en una oportunidad el autor y predicador A. W. Tozer: “Nunca podremos ofrecer verdadera adoración a Dios hasta que sean perdonados nuestros pecados y nos ofrezcamos sobre el altar, listos para morir y darle el primer lugar a Dios en nuestras vidas. Entonces, el resultado serán vidas que entren en una íntima comunión con Él y ardan como una zarza en adoración”.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp