“Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto”. Jeremías 17:7-8.

Los expertos en árboles recomiendan estudiar bien los terrenos antes de decidir dónde plantarlos. No es lo mismo un árbol plantado junto al agua que uno plantado en un terreno que depende exclusivamente de la lluvia para crecer. Y si el suelo está compuesto de piedra caliza, las raíces no llegan a tener profundidad y difícilmente el árbol resista vientos fuertes. En cambio, si se planta en un terreno fértil, con suficiente agua, crecerá y desarrollará raíces profundas que le permitan resistir hasta vientos huracanados.

Así es el que confía en Dios. Sus raíces llegan a ser tan profundas que nunca le falta el agua que lo alimente. Puede cambiar el clima e incluso atravesar temporadas de sequías, pero siempre permanece verde.

También es cierto que los árboles que más crecen y que más años viven son los que están junto a otros árboles. Árboles débiles son protegidos por otros más fuertes. ¡Qué buena enseñanza para los cristianos! Crecemos más fuertes y más sanos cuando estamos juntos recibiendo el alimento espiritual que el Señor proporciona a su Iglesia, pero si actuamos con autosuficiencia o dependiendo de lo que nos promete el hombre, Jeremías dice que terminaremos siendo como una “retama” en el desierto, que gira y gira llevada por el viento sin ningún destino certero (vs. 5-6).

Dios quiere que crezcamos fuertes, sanos y que demos fruto en todo tiempo. Eso es posible si estamos unidos a Él, alimentando nuestro espíritu diariamente. La oración, la Palabra, la comunión con el cuerpo de Cristo, el servicio, nutren nuestra alma y nos permiten estar firmes y confiados cuando llega la hora de la prueba.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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