«Señor Jesucristo, mi Rey glorioso, te doy muchas gracias por tu amor y tu sacrificio, por tu protección y cuidado, porque sé que has siendo fiel y tal como dice tu palabra: “No se dormirá el que te guarda”, tú sigues estando al pendiente de mí. En esta hora, quiero echar toda ansiedad, carga y preocupación ante tu presencia y dejar en tus manos todos los problemas que agobian mi mente. Sé que en tus manos, podré encontrar  la paz que tanto anhela mi alma tener y por ello, me abandonaré en tu presencia, confiando y creyendo de que tu obrarás milagrosamente»

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