Dios trata muchas veces con sus hijos haciéndoles preguntas y las hace de tal manera que pone nuestros pensamientos y sentimientos al descubierto.

Por ejemplo, cuando Elías estaba escondido en la cueva, Dios le preguntó: “Elías, ¿qué estás haciendo aquí?” Cuando Pedro caminó sobre el agua y comenzó a hundirse Jesús le preguntó: “¿Por qué no creíste?” Cuando Saulo, después llamado Pablo, estaba camino a Damasco, el Señor le preguntó: “¿Por qué me persigues?” A sus discípulos les preguntó: “¿Quién es mayor, el que está sentado a la mesa o el que sirve?”

¿Acaso el Señor no sabía lo que estaba pasando en la vida de esas personas? Por supuesto que lo sabía, pero esas preguntas estaban diseñadas para que ellos pensaran y se miraran interiormente y reconocieran aquello que no querían ver o enfrentar.

Hoy, el Señor, sigue usando preguntas para llegar al corazón de los asuntos de sus hijos.

Piense por un momento: ¿Hay alguna pregunta que el Señor le ha hecho o le ha repetido últimamente y todavía no respondió? Quizás sea acerca de una situación sin resolver, o sobre la relación con sus hijos, o sobre una tarea que le encomendó, o quizás sobre algún aspecto de su carácter…

El Señor habla a todo aquel que le quiere escuchar. Puede hablarle mientras lee Su Palabra, al orar, mientras está sentado en silencio en su presencia, a través de una conversación significativa, mientras escucha una canción de adoración, o escucha lo que Dios hizo en la vida de alguien. Él elige el momento y el medio, nuestra parte es estar atentos.

Ignorar lo que el Señor nos puede estar preguntando o dejar para otro día la respuesta, solo retrasa aquello que Dios espera hacer en y a través de nuestras vidas. Por eso es importante tomar conciencia de todo lo que encierra cada pregunta que el Señor nos hace y responder a tiempo.

Haga una pausa. Piense. Él está esperando su respuesta.

Cortesí­a Alexandra Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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