“Pasados algunos días, se secó el arroyo porque no había llovido sobre la tierra.” 1 Reyes 17:1.

Elías se movía por dirección divina. Dios le había dicho que debía esconderse de la persecución del rey Acab en el arroyo de Querit, y además que iba a ser alimentado por unos cuervos. Así es Dios, su provisión puede venir a través de los medios menos pensados.

Todo iba bien hasta que… ¡se secó el arroyo! Hasta allí llegó la provisión. Elías podía quedarse en ese lugar quejándose o disponerse a escuchar las nuevas instrucciones de Dios.

¿Cuántas veces hemos enfrentado algún desafío confiando en la dirección de Dios y de pronto lo que venía funcionando dejó de funcionar?  La fuente de provisión se agota; las personas que eran los canales de Dios para ayudarnos ya no están… Entonces comenzamos a esforzarnos más para que el “arroyo resucite”, y cuando esto no sucede, comenzamos a pensar si realmente habíamos escuchado a Dios.

Cuando Elías vio que el arroyo se había secado hizo lo más importante, esperar que Dios le hable. “Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente” (vs. 8-9). Ahora había una nueva dirección, ya no debía seguir en el arroyo ni esperar que los cuervos lo alimenten, debía ir a la casa de una viuda que estaba por morir de hambre. Si sigues leyendo la historia descubrirás los milagros que Dios obró en ese lugar en respuesta a la fe y la obediencia.

Si los recursos se agotan, escucha a Dios y empieza a moverte en fe de acuerdo a la dirección que recibas de Dios. Recuerda que “todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mateo 7:8).

Cortesí­a Alexandra Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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