«Amado Padre celestial, en este momento pongo en tus manos mi salud, pues me encuentro afligido y agobiado por una mala enfermedad. Sin embargo, me mantengo confiando en tus promesas de que por tus llagas fuimos nosotros curados. Por ello, hoy me apropio de esta promesa y te pido en el Nombre de Jesús que tú pases tu mano sanadora por mi cuerpo. Dios mío, te pido que en este momento de angustia, pueda conocerte como Jehová, mi sanador, mi Dios de milagros, porque creo que eres el mismo Dios de la Biblia que, al día de hoy, sigue haciendo milagros, Amén.»

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