La Biblia nos enseña a trabajar en el cimiento de nuestra fe desde el mismo momento en que conocimos al Señor. Nadie construye una casa a prueba de terremotos en el momento en que está sacudiéndose la tierra. Ese es el momento para verificar qué tan bueno fue el trabajo que hicimos antes.

En el desierto de Judea, ubicado entre Jerusalén y Jericó, hay un gran valle con lechos de ríos secos llenos de arena que se han abierto paso entre las rocas. De manera sorpresiva, estos lechos secos pueden inundarse rápidamente en tiempos lluviosos. El agua viene con mucho ímpetu arrastrando todo lo que está a su paso. Jesús usó esta situación para ilustrar su conclusión del Sermón del Monte.

Estas fueron sus palabras: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.” (Mateo 7:24-27).

Es tan clara y práctica esta ilustración. El que establece su fe en lo que dijo Jesús, permanecerá cuando vengan los tiempos difíciles; pero los que confían en lo perecedero, transitorio, y no han puesto atención a la forma en que están construyendo sus vidas, son insensatos. Su fe se desmoronará ante la primera llovizna.

Construir nuestra vida espiritual requiere trabajo duro. No se trata de dedicar de vez en cuando algo de tiempo o hacer esfuerzos esporádicos. No, es necesario trabajo diario. Entonces, cuando descienda la lluvia, vengan los ríos, y soplen vientos, tu casa espiritual no caerá porque está fundada sobre la Roca.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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