«EL VALOR DE TU SEMILLA»

Estaba buscando semillas de trigo para poder llevar a la congregación como una lección objetiva en mi predicación del domingo. Me llevé la sorpresa de que en los mercados convencionales donde compramos los alimentos que necesitamos para la semana no venden trigo en grano entero. Busqué en varios lugares y solo encontré uno llamado Khorasan wheat, que tiene sus orígenes en el medio oriente, más específicamente en la zona de la Persia antigua, hoy Irán. Cuando vi este grano, me llevé una desilusión bastante grande: El granito era mucho más pequeño y delgado que las semillas que yo conozco de Argentina. Claro, mi país de nacimiento fue llamado “el granero del mundo” debido a que después de la segunda guerra mundial, Argentina abasteció a la mayoría de los países europeos con lo mejor del trigo y otros granos. Hoy por hoy, los argentinos tenemos más granos en la cara que los que exportamos al mundo, pero esa es otra historia.
 
Mi padre fue criado en el campo, que junto a su padre y su hermano trabajaba levantando las cosechas de la pampa argentina con las primeras cosechadoras que llegaron a ese país. Cuando yo era pequeño, me llevó a conocer su tierra, los viejos tractores que araban la tierra, los graneros o silos donde almacenaban las semillas antes de exportarlas, y por supuesto, me subió a una cosechadora explicándome todo el proceso hasta que se llevaban las bolsas cargadas de granos de trigo. En esta experiencia pude ver cómo las semillas se reproducen de manera extraordinaria, tal como Jesús lo dice en la parábola del sembrador: casi 100 a uno!
 
Jesús también conocía los tiempos de siembra y cosecha de su tierra. Él aprovechó a dar lecciones espirituales con estas vivencias cotidianas. La primera que les enseñó a sus discípulos está en Juan 4. Tuvo un encuentro con una mujer de Samaria, a quien le revela su vida, saca a luz el gran vacío que tenía, y él mismo se presenta como el Agua de Vida. Esta mujer es impactada por Jesús (¡Quién no es impactado cuando tiene un verdadero encuentro con Cristo!) y vuelve a su ciudad a compartir las buenas nuevas con sus coterráneos.  En el momento en que  ella se dispone para marchar, llegan sus discípulos y se sorprenden al ver a Jesús con una mujer samaritana. Jesús estaba rompiendo las barreras culturales! Los judíos y samaritanos ni se miraban, pero el Maestro vio un corazón hambriento de alimento espiritual y tomó tiempo para invertir en ella. Jesús había puesto una semilla de esperanza, de salvación, de vida eterna en la samaritana. Solo una.
 
Jesús no terminó de hablar con sus discípulos cuando vuelve la mujer con una multitud. Esa semilla se multiplicó en cientos de corazones dispuestos a escuchar las palabras de vida eterna.
 
Jesús les dice a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:35). ¿Qué estás tú viendo hoy? ¿Cómo ves a las personas? ¿Podrías compararlos a campos listos para cosechar?
 
Actuaremos según lo que veamos. Si vemos campos blancos, cosecharemos. Si vemos campos verdes, nos quedaremos sentados esperando que llueva…
 
Las personas que están a tu alrededor necesitan a Jesús, el Pan de Vida. Solo Él es el alimento para sus almas. Tú tienes en tu mano tu semilla. Pídele a Dios que te muestre en dónde plantarla, con quién compartirás esta semana la palabra de Dios. Hay muchos hambrientos de vida que están esperándote. No tengas temor de lo que dirás o del qué dirán. Dios llenará tu boca de palabras extraordinarias. Incluso tú mismo te sorprenderás al escucharte. Es una promesa de Jesús para ti cuando dejas al Espíritu Santo actuar en tu lugar.
 
El campo ya está blanco, listo para la cosecha. ¿Ya encendiste tu cosechadora?

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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