«LAS MANOS AMOROSAS SON TAMBIÉN FIRMES»

Jeremías 47:3: “Por el sonido de los cascos de sus caballos, por el alboroto de sus carros, por el estruendo de sus ruedas, los padres no cuidaron a los hijos por la debilidad de sus manos
 
El profeta Jeremías está hablando una palabra de Dios a un pueblo que había desprotegido a sus hijos por prestar atención al medio ambiente. Se habían asustado por lo que estaban escuchando: los sonidos de los caballos, el repiqueteo de las ruedas de los ejércitos, el griterío de la multitud, y perdieron a sus hijos.
 
No habían previsto el problema. Estaban confiados. Pensaban que a todo el mundo le puede pasar, menos a ellos. Habían creído que con traer el alimento a la casa, alcanzaba. “¿Para qué ocuparnos de los hijos si lo puede hacer la esposa? ¡Nosotros estamos cansados!” Se olvidaron de la responsabilidad diaria que tenían como padres. No solo alimentar a la familia físicamente, sino también emocional y espiritualmente. ¡Qué terrible descuido! Por no hacerlo diariamente, cuando llegó el problema ya era demasiado tarde… Habían perdido a sus hijos.
 
Se habían enfocado más en lo que escuchaban y veían que en lo que realmente estaba pasando en la casa. Los rumores estaban por todos lados, las presiones sociales parecían llevarse todo por delante, pero ellos no prestaban atención a lo que estaba sucediendo en su propio hogar. “Sus manos” se estaban debilitando. Lo que debían hacer por sus hijos estaba descuidado. Ya no tenían la fuerza suficiente. El miedo y pavor por lo que sucedería los hizo desenfocarse. Prestaron más atención a lo externo que  a lo interno. El final fue trágico.
 
Hoy estamos viviendo en tiempos peligrosos. Las presiones de la escuela, de los amigos, de los medios de comunicación, arrastran a nuestros hijos hacia lo que jamás quisiéramos. Si nosotros como padres no ponemos un freno deliberado a las tentaciones, los ataques de Satanás, los bombardeos de ateísmo, y todo lo que quiera destruir la familia, todo se perderá.
 
Necesitamos poner atención a lo que esté pasando en casa. Los tiempos de desayuno, almuerzo, cena, es para compartir con la esposa y los hijos. Es el mejor tiempo para conversar, preguntar, aconsejar, compartir una palabra y orar. Las salidas con la familia es un tiempo que no puede desperdiciarse. Hay que crear el ambiente de confianza, de respeto, donde se pude dialogar y llegar a sanas conclusiones según lo que Dios ya nos ha dicho.
 
Como padres debemos saber lo que les pasa a nuestros hijos. Cómo están en la escuela, de qué conversan, qué temas se tratan, cómo es la relación con otros compañeros de clase, qué tipo de amistades están desarrollando. A veces escuchamos que “no hay que presionar a los hijos”, “que no hay que controlarlos”, “que hay que darles libertad”, pero si no encontramos el equilibro bíblico para esto, podemos terminar fomentando el libertinaje o el legalismo en casa. Necesitamos actuar con amor y firmeza, con comprensión y consejo, saber hablar, pero también saber escuchar.
 
Nuestras manos deben estar dirigidas por Dios. Debemos imitarlo a Él como Padre. Él nos ha perdonado, nos ha restaurado, nos enseña diariamente el camino, nos habla todos los días, nos corrige si nos desviamos, nos abraza y nos llena de amor. Debemos nosotros también ser proactivos en todos estos aspectos con nuestros hijos. Ellos necesitan conocer la poderosa mano de Dios, y primero será a través de nuestras manos.
 
Nuestras manos deben estar siempre limpias, espiritualmente hablando. No podemos disciplinar a nuestros hijos con “manos sucias”, no podemos brindarle lo mejor de Dios con “manos enfermas”, no podemos curar si todavía las nuestras están heridas. Necesitamos darle nuestras manos a Dios, que Él las limpie cada día, las fortalezca, las suavice con su amor, las afirme en su palabra. Y nunca olvidemos que los hijos de Dios estamos en las mejores Manos.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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