1 Samuel 4:17-18: “Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada. Y aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años.”

Elí fue un sacerdote de Dios en Israel. Tenía como misión ser un puente entre Dios y el pueblo, comunicarles la Palabra de Dios, orar e interceder por ellos, dejarles saber lo que Dios demandaba, corregir los caminos torcidos y llevarlos a la adoración permanente. Sin embargo, su vida dejó mucho que desear. Sus hijos muertos, el arca de la presencia de Dios perdida entre los enemigos y su vida terminó drásticamente, muriendo desnucado al caer hacia atrás.

Todos somos llamados a ser sacerdotes de Dios. Según Pedro, somos “real sacerdocio” para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. El llamado está, la capacitación del Espíritu para hacerlo también, pero la responsabilidad de ser un sacerdote como Dios manda es nuestra.

¿Qué le pasó a Elí? ¿Cómo terminó tan mal? La Biblia nos da muchas pistas acerca de cómo desarrolló su vida sin el fundamento correcto.

  1. Elí era conformista. Dice que “se cayó de la silla”. Estaba sentado, inmóvil, quieto, paralizado, no hacía su labor como Dios quería que la hiciera. Un sacerdote nunca está quieto. Está sirviendo las 24 horas. Está en acción. Está mirando la necesidad y cómo suplirla. Primero en su familia, luego en sus vecinos, hermanos, y amigos. Es un puente para acercarlos a Cristo y su salvación.
  1. Elí estaba centrado en sí mismo. Era “pesado”, estaba muy gordo. Gordo de alimentarse a sí mismo. Por supuesto que se alimentaba de lo que Dios proveía en el tabernáculo, pero comía en exceso y no consumía calorías por su quietud y conformismo.  Gordo de recibir de Dios y no transmitir nada a nadie.
  1. Elí fue negligente con su familia. No los alimentaba espiritualmente. Nunca los corrigió. Nunca actuó para salvar a sus hijos de las tentaciones y mostrarles el camino correcto. 1 Samuel 2:12 dice que “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová.”

¿Acaso iban a tener conocimiento de Dios por simplemente estar en el tabernáculo, por ir a la iglesia, por asistir a la Escuela Bíblica? ¿No es acaso el padre el primer maestro cristiano para la vida de un hijo? ¿No es el padre el primero que habla de Jesús en el hogar para que sus hijos sean salvos, oren a Dios, amen a Jesús y le sirvan de corazón?

Elí no hacía eso y vio la consecuencia nefasta por su conducta. Cuando sus hijos pecaban, no los corregía. 1 Samuel 2:22-25 dice: “Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?…”

No alcanza con decirle a nuestros hijos: “No, no deberían hacer esas cosas…” O, “no es bueno que hagas esto otro…” “No es bueno lo que escucho de ustedes…” Cuando las palabras se desgastaron, ¡hay que actuar seriamente! ¡La disciplina los puede librar del infierno! Un sacerdote gordo no hace nada, solo habla. Y por supuesto, tendrá hijos gordos que van camino a la perdición.

  1. A Elí no le interesaba la presencia de Dios. Veía la gloria de Dios en el tabernáculo, pero él no reflejaba esa gloria. La presencia de Dios estaba allí pero él estaba ajeno a esto. No escuchaba a Dios. De hecho, cuando Dios habló, no fue a él sino al niño Samuel. A él no le interesaba pasar tiempo con Dios. No le importó dejar que se lleven el arca de la presencia de Dios a la guerra sin su dirección. Allí la perdieron. Perdieron la presencia de Dios, y lo inmediato, perdieron la vida.
  1. Vivía siempre temeroso. Sabía que algo andaba mal, y aun así dejó que se llevaran el arca. El sentía que algo olía mal, tenía miedo del futuro, de lo que pasaría. Cuando no está la presencia de Dios con nosotros vienen los miedos, los temores, la auto persecución, la desconfianza, y el sentimiento de que todo acabará muy mal. A pesar de sus miedos, no buscó a Dios con sinceridad y no hizo nada por cambiar la situación. Todo siguió su curso hacia la destrucción total. Perdió el arca, murieron sus hijos, y murió Elí. Fin de su historia.

Pero Dios estaba levantado a Samuel. Dios le había dicho a Elí que su sacerdocio había llegado a su fin y que Él estaba levantando un nuevo sacerdote. “Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días.” (1 Samuel 2:35).

Dios te llama a ser un sacerdote en tu hogar, en tu escuela, en tu trabajo, en tu comunidad, en tu iglesia. La responsabilidad es tuya: O ser un sacerdote cómodo y negligente, o un sacerdote fiel y ungido todos los días. Comienza tu semana enfocándote en tus responsabilidades de sacerdote fiel, y deja que el Espíritu Santo te enseñe el camino. Los resultados están en su mano, y veras a tu familia transformada por su poder, a tus amigos y familiares salvos, a tu comunidad acercándose a la luz del evangelio de Cristo.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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