“¡ESCOGE LA VIDA!”

Cuando Jesús murió en la cruz, había también dos ladrones a ambos lados que eran crucificados por sus propios delitos. Ellos sabían que Jesús estaba siendo sentenciado a muerte injustamente. ¡El mismo Mesías estaba muriendo en lugar del pecador para darle vida eterna! El mensaje era evidente, a tal punto que Jesús no tuvo que predicarles con palabras a sus acompañantes. Él no hizo ningún llamado, pero hubo dos respuestas, dos decisiones frente a su obra en la cruz.
 
El ladrón arrepentido reconoció a Jesús como Mesías y Rey. Le pidió que se acordara de él en su reino. Jesús simplemente pronuncia que ese mismo día estaría con Él en su reino. Alcanzó salvación por reconocer que era pecador, que Cristo era el Salvador y poner su confianza en Él.
 
El ladrón del otro lado tuvo la misma oportunidad. Pero decidió ser burlón, necio, orgulloso, creer que tenía la razón en sus argumentos, y al fin rechazó la salvación de Cristo. El Señor no le respondió al ladrón burlador, porque con sus mismos dichos ya se había condenado a sí mismo.
 
¿Puedes sentir la tristeza de Jesús al saber que le estaba dando la última oportunidad para ser salvo, en el último segundo de su vida, y este ladrón insensato toma la decisión del rechazo? Esta historia nos parece lejana a nuestra realidad, pero cuando alguien que le hemos predicado el evangelio muere y no estamos seguros si este se hubiera arrepentido en el último minuto de sui vida, empezamos a sentir lo que sintió Jesús. Pero recuerda, Jesús no obligó a nadie a creer, él lo deja a la libre elección de cada persona.
 
¡Libre albedrío! Qué fuerte es el libre albedrío. Dios lo creó en el hombre como parte de su imagen y semejanza. El Creador puso las reglas del uso del libre albedrío, y además, Él se sujeta a sí mismo a lo que ya estipuló. Dios dijo y sigue diciendo “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19). ¡Escoge! ¡Escoge la vida!
 
Dios no obliga a nadie, no le tuerce el brazo al pecador, no nos trata como a robots. Él espera nuestra decisión. Nos da oportunidades cada día para que escojamos su amor, perdón, restauración, vida eterna. “¡Escoge la vida!”, sigue proponiéndonos hoy. En medio de las densas tinieblas, en medio de los más crueles pecados, en el punto máximo de rebeldía, Dios sigue susurrando “¡escoge la vida!”. Envía mensajeros, sus portavoces, sus hijos que anuncian el evangelio con su mismo corazón, y sigue repitiendo una y otra vez “¡escoge la vida!”. Pero al fin, cada uno es responsable de su propia decisión. Tarde o temprano, habrá solo una última oportunidad. Pero el sentir de Dios es el mismo: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Ezequiel 18:32).
 
Cuando una persona que ha escuchado muchas veces el mensaje del evangelio muere, Dios ha considerado que a esa persona Él le ha dado suficientes oportunidades para que decida por la vida eterna, o la condenación eterna. Si no fuera así, Dios no permitiría que esa persona muriera, porque tendría tal vez otras oportunidades más. Pero Dios es el único que tiene ese control. Nosotros no.
 
Nosotros no manejamos los tiempos de las personas, ni siquiera el nuestro. Solo Dios sabe cuál es el último día de cada una de nuestras vidas. Él es Soberano, es Omnisciente y Sabio. Lo que nos resta a nosotros que conocemos la verdad de Dios es predicar el evangelio a toda criatura. No sabemos cuánto tiempo tendremos para hacerlo, tampoco sabemos cuánto tiempo de vida tendrán las personas que nos rodean. Nosotros seguiremos transmitiendo el corazón de Dios a cada persona diciéndoles “¡escoge la vida!” hasta que solo Él diga cuándo es la última oportunidad.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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