¿CON QUÉ MOTIVACIÓN HACEMOS LAS COSAS? 

Los hispanos estamos acostumbrados a que nos reten para hacer las cosas, acostumbrados a que nos digan lo que hay que hacer siempre, acostumbrados a movernos solo cuando hace falta. Hemos sido enseñados a movilizarnos a través de la motivación negativa del miedo. Si lo hacemos bien, tendremos a todos contentos; si lo hacemos mal, recibiremos el castigo de todos. Y parece que siempre actuamos por temor a alguien, por miedo a ser despreciados, miedo a ser intimidados, miedo a que no nos amen y acepten como somos, miedo a ser maltratados y abusados.

Pero Cristo nos ha mostrado una nueva forma de hacer las cosas: por amor. Él mismo dio el ejemplo ofreciéndose en la cruz para morir por nuestros pecados, por amor. Dios el Padre lo envió al mundo, por amor. Y nos salvó gratuitamente por su gracia, porque quiso amarnos a pesar de lo que habíamos sido… y de lo que seguiremos siendo…

Ahora Dios ha puesto su amor en nosotros, para que como Él nos amó, nosotros también amemos.  Amemos a Dios, amemos al prójimo, y nos amemos unos a otros con el amor de Dios.

También a la hora de las acciones, Dios quiere que obremos por amor. Ya no más por miedo o temor. El amor debe ser nuestra motivación. Por eso ya no es cuestión de que nos movamos por recompensas o castigos, eso era en tiempo de la ley. Ahora en la gracia de Cristo, Su amor es el que debe movilizarnos.

Este amor divino que hemos recibido debe permanecer puro, sin contaminaciones, sin alteraciones, sin mezclas. El apóstol Pablo le dice a su joven ministro: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. (1 Timoteo 1:5)

El verdadero amor de Dios proviene de tres canales que deben estar siempre limpios:

a. Corazón limpio: Si el corazón está sucio, el amor se corrompe. Si el corazón está adulterado, nuestras acciones van a estar adulteradas. Hay muchas situaciones diarias que intentan corromper y ensuciar nuestro corazón: El chisme, las malas conversaciones, la sensualidad, las mentiras, el engaño, y una lista interminable que todos conocemos. Así como todos los días tenemos que sacar la basura de nuestras casas, así también debemos sacar la basura de nuestros corazones diariamente. Más de un día, la basura comienza a dar mal olor. Necesitamos una limpieza espiritual profunda para que nuestro corazón siempre se mantenga limpio.

b. Buena conciencia: El Espíritu Santo siempre nos dice la verdad y nos guía a proceder en santidad. Pero no siempre tomamos las mejores decisiones, Por supuesto, no es por responsabilidad del Espíritu sino nuestra, porque Él trabaja con nuestra conciencia. Así que el problema es nuestra conciencia. ¿Quién la ha formado? ¿Nuestros padres, nuestros maestros, nuestros líderes de la iglesia, nuestros amigos, la universidad… o la Palabra de Dios? Ella es la que debe formar nuestra conciencia para saber distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que agrada a Dios y lo que le desagrada. Cuando nuestra conciencia es buena, vamos a madurar más rápido y podremos alcanzar asuntos espirituales más profundos (Hebreos 5:14).

c. Fe no fingida: Si vamos a creer, debemos hacerlo sin hipocresía. No estamos para demostrar cuán espirituales somos por la fe que tenemos. La fe es para depender del Espíritu Santo y movernos en obediencia cuando Él nos indique. Si la fe es pura y limpia, entonces, todo lo que pidamos con fe en su nombre, Él lo hará.

Es bueno poder detenernos y evaluar cuál es la verdadera motivación por la cual hacemos las cosas. Si es por amor, debe provenir de un corazón limpio, una conciencia buena y una fe no fingida. Estas tres áreas deben ser evidentes en nuestra vida, y los que nos rodean serán los primeros en darse cuenta, porque “lo que ven, es lo que hay”.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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