¿PRUDENTE O MIEDOSO?

No es lo mismo ser prudente que miedoso. Una persona prudente es aquella  que piensa sobre los riesgos que implican sus decisiones, adapta o cambia la conducta para no recibir consecuencias negativas innecesarias; es el que pone cuidado, moderación o sensatez para evitarse perjuicios en su contra.

Pero el miedoso es una persona que siente angustia por un problema, riesgo o peligro, sea real o imaginario; es la persona que tiene un sentimiento de desconfianza que lo lleva a creer que le va a pasar lo malo, que va a fracasar, que recibirá las consecuencias negativas.

Un prudente piensa, reflexiona acerca de los posibles riesgos, y traza un plan para evitar las cosas malas. Un miedoso siente o cree que le va a ir mal; cuando ve los riesgos y las posibilidades no actúa porque siente o cree que todo saldrá mal.

La Biblia habla de las dos posiciones. Siempre nos exhorta a no tener miedo, pero a ser prudente en todo. Observe los siguientes versículos:

Josué 1:9: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.”

Proverbios 2:1-6: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios.”

El temeroso pone la mirada en las circunstancias y cree… cree que le irá mal, y siente que recibirá todas las consecuencias negativas.

El prudente calcula los gastos, observa dónde están los males, corrige lo torcido, endereza el rumbo, cubre los posibles riesgos, y cree… cree que Dios guiará sus pasos porque en Él está confiando, y ¡toma la decisión en fe!

El miedoso no toma decisiones porque cree o siente que nunca le irá bien. Así que está parado, estancado, petrificado, inamovible. Nunca sabrá si ese plan hubiera funcionado porque nunca tomó la decisión. Nunca sabrá si ese negocio hubiera sido un éxito porque nunca arriesgó. Nunca sabrá si Dios lo hubiera usado con ese ministerio porque nunca emprendió el viaje.

La prudencia nos hace reflexionar para bien, para perfeccionar el plan, para evitar errores innecesarios, para seguir avanzando dándole lo mejor a Dios. El temor nos detiene, nos paraliza y nos trunca la oportunidad de darle la gloria a Dios con nuestras decisiones.

Tampoco creamos que cuando alguien dice “yo no tengo miedo” significa que es prudente. Hay muchos que se arriesgan a cometer locuras que Dios nunca les dijo que hicieran y terminan mal. Por eso, para glorificar a Dios, la valentía debe ir acompañada de la prudencia. Pero también, como alguien una vez dijo, nunca el temor debe disfrazarse de prudencia.

Tampoco es lo mismo ser “creyente” que ser “crédulo”. El creyente que confía en Dios es prudente; pero un crédulo es simplemente ingenuo, simple, no ve los peligros y no corrige su rumbo. Dios quiere hijos valientes, no temerosos; pero también los quiere prudentes, no simples.

Dios ha prometido estar con nosotros siempre. Esta promesa nos da la valentía que necesitamos para hacer su obra. Cuando buscamos el rostro de Dios, tener su mente y corazón, actuar como Él lo haría, entonces nuestros miedos se van y Dios nos llena de seguridad. Sal. 34:4: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me a libró de todos mis temores.”

Hombre de Dios, sé prudente y mira bien tus pasos, pero no dejes nunca que el temor te paralice. Dios está contigo donde quieras que vayas y serás un instrumento para su gloria si después de haber dado lugar a la prudencia actúas en fe confiando en lo que Dios hará.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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