«CON UNA NUEVA MIRADA»

Muchas veces vemos lo que queremos ver. Otras veces no vemos lo que debemos ver. Y por supuesto, también no vemos lo que no queremos ver. Parece que vemos más con la mente que con los ojos. Nuestras pupilas captan lo que está pasando pero nuestra mente se niega a aceptar la realidad.
 
Esto también pasa con nuestra visión espiritual. Cuando estamos frente a una disyuntiva, un dilema, tenemos dos opciones para decidir, una está respaldada por lo que dice la Biblia, la otra por lo que más nos gusta. Si nos hemos sometido al Espíritu Santo, Él mismo nos recordará la Palabra, y si somos sensibles a su voz, tomaremos la decisión correcta respaldada por la Biblia. Pero no siempre actuamos así. Cuando nuestros deseos se hacen fuertes en nuestra mente empieza una lucha interior entre lo que debo hacer y lo que me gustaría hacer. Ahí es cuando la lucha se hace  larga.
 
Dentro de nosotros, la “carne”, también llamada la “concupiscencia”, o deseos de nuestra vieja naturaleza que estaba habituada al pecado, sigue allí, parece muerta pero está latente, queriendo despertar y tomar el control de nuestro corazón. Si le damos lugar, entonces nuestra lucha será fuerte, larga y penosa. Si la “carne” empieza a tomar el control de nuestra manera de pensar, hasta llegaremos a justificar nuestros deseos contrarios a la voluntad de Dios. Le pasó a Lot.
 
Abraham había hablado con Lot, su sobrino, porque sus ganados eran demasiado grandes para convivir juntos, y sus pastores empezaban a pelearse. Fueron hasta un monte alto para tomar una decisión: Si uno iba al norte, el otro iría al sur; si uno al este, el otro al oeste.
 
Abraham, quien era la persona espiritual que escuchaba a Dios antes de tomar una decisión, le dio la oportunidad a Lot de escoger primero a dónde se iría. Observe cómo vio Lot la tierra. Dice en Génesis 13:10-11: “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro.”
 
Lot miró las cosas con una visión carnal, según sus propios deseos. La mejor tierra estaba justo en la pecaminosa ciudad de Sodoma. No era un lugar para vivir para un hijo de Dios. Sin embargo, él se escuchó a sí mismo y hasta la vio “como el huerto de Jehová”. ¡Si hasta le parecía que era el mismo Edén! ¡Cómo no estaría Dios ahí si se veía espectacular! Lot no necesitaba orar, él ya había elegido lo que sus ojos querían ver, lo mejor para su gusto personal. ¿Para qué orar? Si Lot hubiera sido latino habría dicho: “¡Dios sabe!”.
 
Lot terminó muy mal en Sodoma. Cada día iba corriendo sus tiendas hasta que entró en la misma ciudad y se integró a esa comunidad. Pero unos ángeles vinieron a avisarle que Dios destruiría la ciudad entregada al pecado, y si quería salvar su vida y la de su familia solo le quedaba escapar sin tomar nada para sí. Lamentablemente, Lot perdió todo: su casa, sus posesiones, sus amistades, sus yernos, su posición social, y hasta su esposa, convertida en estatua de sal. Es el triste fin de una persona que se deja guiar por sus propios deseos justificándolos con que “Dios lo había provisto”…
 
Pero no fue así con Abraham. Observe la enorme diferencia según el pasaje de Génesis 13:14-15: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. Abraham esperó hasta que Lot decidiera y se fuera. Luego escuchó a Dios que Él mismo le dijo: “Alza ahora tus ojos”.
 
La visión de Abraham no fue carnal, porque escuchó a Dios que le dijo que ahora sí podía ver lo que Él veía: Toda la tierra iba a ser suya. El padre de la fe tuvo una visión espiritual dada directamente por Dios. Así fue como nunca desesperó y esperó el cumplimiento de la promesa, aunque esta se tardara años en llegar. Abraham estaba aprendiendo a no depender de su propia visión carnal, de sus propios gustos, de ver las cosas con la mente de la vieja naturaleza. Ahora estaba escuchando a Dios y viendo lo que Él quería que viera.
 
¿Qué visión tenemos de las cosas? ¿Cómo la de Lot, que nos parece que es de Dios, que es la mejor, aunque haya asuntos que espiritualmente no nos cierran o nos intranquilizan? Cuando Dios nos muestra lo que Él tiene para nosotros, habrá paz, respaldo de su palabra, convicción del Espíritu Santo, y hasta apoyo de consejeros maduros y espirituales.
 
Todos los días tenemos la decisión en nuestras manos: Guiarnos por nuestra visión carnal controlada por nuestros deseos, o una visión de Dios acerca de lo que Él tiene para nosotros respaldados por su palabra. Puedes ser un ejemplo de fe a tu familia como Abraham, o perderlo todo como Lot. Dependerá de cómo quieras ver las cosas.
 
¡Danos Señor tus ojos para ver como tú ves, tu mente para pensar como tú piensas, tu corazón para entender lo que tú ves, y la valentía para decidir siempre hacer tu voluntad!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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