¿Qué es lo que dicen de ti? ¿Es verdadero o falso? ¿Cómo tomas tú las críticas de los demás?

Cuando sacamos afuera nuestra hombría decimos que lo que dicen los demás no nos afecta. Pero interiormente puede estar provocando una explosión nuclear.

Lo que dicen los enemigos no lo consideramos. Lo que dicen los desconocidos tratamos de hacer oídos sordos. Lo que dicen nuestros seres queridos puede alentarnos o desanimarnos. Prestamos mucha atención a lo que dicen las personas que más queremos.

Un hombre de Dios sabe distinguir entre una crítica destructiva que viene de personas que solo quieren hacernos daño, y una crítica constructiva que viene de las personas que nos aman y desean lo mejor para nosotros.

La crítica destructiva parece salir del mismo infierno. Tiene el propósito de hacernos sentir mal, culpables, menospreciados… y al fin, destruidos. El diablo tiene muchos emisarios, muchos embajadores infiltrados. ¡Cómo se goza el diablo cuando nos ve que hemos hecho caso a sus ataques!

A las críticas ofensivas negativas que solo buscan destruirnos, hay que dejarlas pasar. Dice Proverbios 19:11: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.”

Sin embargo, la crítica constructiva es necesaria para formar al hombre de Dios. Haríamos muy bien en tener un corazón dócil y sensible para percibir cuando lo que nos están diciendo tiene el propósito de que lo tomemos como un punto de referencia para seguir siendo transformados.

Dice el Salmo 145:5: “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza…”

Cuando la crítica viene de una persona madura y espiritual, debemos reconocerla como positiva y constructiva.

Proverbios 10:17 dice que el “camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra”. Cuando nos exhortan debemos ser agradecidos, porque a través de esa reprensión podemos corregir el rumbo y ser perfeccionados.

Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”

Un hombre de Dios sabe escuchar un consejo, una reprensión, una crítica, y permitir que el Espíritu Santo use esa palabra para seguir siendo formado a imagen de Cristo.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp