Cuando un hombre de Dios está necesitando una respuesta del Cielo, muchas veces tendrá que dejar muchas cosas de lado por escuchar y concentrarse en la voz del Señor, incluyendo la comida. En palabras bíblicas, es el principio del ayuno.

Según el diccionario bíblico, ayunar es “un ejercicio espiritual en el que un individuo o una comunidad se abstienen de comida”.

En el Antiguo Testamento encontramos que el pueblo de Dios muchas veces hacia ayunos en el año. Cuando pasaban por duelos, lutos, tristeza profunda, más allá del hecho de que estas situaciones no nos dan deseos de comer, lo hacían para expresar lo que sentían y tomar tiempo para tener fuerzas y consuelo en Dios (Jue 20:26; 1 S 31:13; 2 S 1:12; 12:16–23).

Otras veces cuando expresaban un sincero arrepentimiento por haber pecado contra Dios, humillación y penitencia lo expresaban también con ayunos (1 S 7:6; 1 R 21:9–27: Jer 14:12; Jon 3:5; Esd 8:23; Neh 9:1; 2 Cr 20:3; Jl 1:14; 2:12; 2:15; Dn 9:3; Sal 35:13; 69:10; 109:24). Cabe mencionar que esto era antes del sacrificio de Cristo, porque ahora lo único que Dios demanda para ser perdonados es sincero arrepentimiento de corazon y fe en Su obra.

Cuando tomaban un tiempo especial para buscar a Dios por una respuesta específica, dejaban de lado la comida para enfocarse en la respuesta. Lo vemos en el caso de la reina Ester pidiéndole a su pueblo que ayunara para hallar gracia (Est 4:3).

Dios le mandó a todo el pueblo de Israel a ayunar en el día de expiación. Incluso este día pasó a llamarse el “día del ayuno” (Jer 36:6; Hch. 27:9). Los días de ayuno comenzaron a ser más frecuentes y en Zac 8:19 vemos que ayunaban cuatro veces al año para recordar cómo Dios había liberado al pueblo de eventuales desastres.

Los judíos más religiosos ayunaban hasta dos veces por día, actos que habían nacido en la necesidad de estar en la presencia de Dios, y que al fin terminaron transformándose en manifestaciones meramente externas de piedad pero sin la motivación correcta. Isaías habla específicamente en el capítulo 58 contra las personas que le demandaban a Dios que hiciera lo que ellos querían porque habían ayunado. Aquí Dios les dice que también deberían incluir en la disposición de su corazón las acciones de justicia social, ayuda al pobre, hacer lo correcto frente a las necesidades de los hermanos.

Muchas veces el ayuno no era programado. Cuando de pronto aparecía la necesidad, inmediatamente comenzaban a ayunar. Es el caso de Nínive al escuchar la advertencia de Jonás que en cuarenta días Dios les iba a destruir (Jonás 3:5-9).

En el Nuevo Testamento encontramos que muchas personas, como Ana, hacían constantemente ayunos y oraciones (Lc 2:37) sirviendo en el templo. Los discípulos de Juan el Bautista ayunaban (Mc 2:18). Jesucristo ayunó (por lo menos se menciona una vez) cuarenta días y cuarenta noches antes de la tentación (Mt 3:2). También el centurión romano Cornelio ayunaba (Hch 10:30), en Antioquía ayunaban (Hch 13:2–3), los apóstoles ayunaban (Hch 14:23).

El Señor Jesús enseñó que cuando se ayune, se recuerde que el enfoque debe ser Dios y no las apariencias (Mt 6:16–18). No debemos ayunar para ser vistos y reconocidos como súper espirituales, sino para buscar el rostro de Dios y esperar sus respuestas, porque “cuando el esposo sea quitado, entonces ayunarán”.

En cuanto al tiempo de ayuno, no hay una regla determinante para hacerlo. Encontramos en la Biblia que a veces se hacía durante el día hasta el anochecer, otras veces tres, siete, veintiún días, y hasta cuarenta días.

¿Qué se dejaba de comer en un ayuno? ¡Todo! No se menciona la Biblias que habían ayunos con pan, o con café, o con un sandwichito. Ni siquiera el caso de Daniel cuando por diez días comía legumbres es considerado un ayuno. Esto fue solo abstinencia a alimentos consagrados a los ídolos (incluso si había legumbres consagradas a la idolatría tampoco las hubieran comido). Si alguien tiene problemas físicos por ayunar, debe consultar a su médico para que le aconseje lo que es prudente para su cuerpo.

Tampoco la Biblia habla de ayunos de TV, ayunos de playstation, ayunos de ir al gimnasio… Esto más bien tiene que ver con entrega al Espíritu Santo para tener dominio propio, templanza, y saber utilizar los recursos que tenemos para la gloria de Dios.

Mucho menos hablar de ayunos de fornicación, de pornografía, de mentiras, de robos, de alcohol, de tabaco… Dios no quiere que ayunemos de estas cosas. ¡Dios quiere que matemos de hambre a la carne! Definitivamente para no pecar contra Dios y vivir en santidad. La santidad no es un ayuno, no es mera abstinencia. Es un estilo de vida que un verdadero cristiano disfruta por vivir en Su presencia.

El ayuno debe estar acompañado siempre con oración. De nada sirve hacer un ayuno de cuarenta días si no he pasado tiempo en oración. De hecho, es más importante la oración que el ayuno. Porque el ayuno ayuda o acompaña a la oración para que la búsqueda sea más intensa, con mayor enfoque, con mayor constancia, con mayor recuerdo permanente del propósito por el cual lo estoy haciendo.

El ayuno no es un sacrificio para tocarle el corazón a Dios. ¡Dios no necesita nuestros ayunos! Somos nosotros los que lo necesitamos. Dios siempre está dispuesto a escucharnos, respondernos y mostrarse como Padre todopoderoso. Como un predicador me enseño alguna vez: “No ayunamos para moverle el brazo a Dios, sino que cuando ayunamos, vamos a entender cómo quiere moverse Su brazo”.

Busca sinceramente el rostro de Dios. Espera en su presencia las respuestas. Los recursos vienen de Él. Si tienes que dejar la comida para buscarlo, entonces tienes un motivo para ayunar hasta ver la respuesta divina.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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