“El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” Apocalipsis 22:20.

Tal vez te resulte difícil creer esto, pero recuerdo estar en un servicio en donde el pastor predicaba fervientemente acerca de la venida de Cristo y cuando exclamó: “¡Jesús puede venir ahora mismo!”, se escuchó la voz de una dama que decía: “¡Ay, no, justo ahora que me aumentaron el sueldo…!”

Parece que estamos demasiado arraigados a este mundo. La mayoría hace planes para el futuro sin pensar en la posibilidad de que Cristo pueda venir en cualquier momento. Quizás algunos anhelen su venida solo cuando están agobiados por las deudas o con problemas difíciles de resolver ¡Ven Señor que ya no aguanto más…!

Si quitáramos los ojos de las cosas del mundo y los levantáramos al cielo, descubriríamos que la eternidad está más cerca de lo que pensamos. “Tengan paciencia y manténganse firmes, que ya está cerca la venida del Señor”. (Santiago 5:8).

El Señor retarda su venida para que muchos otros alcancen salvación. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9).

Cuando pedimos que el Señor venga, estamos anhelando que se manifieste su reino. Su Segunda Venida será para establecer su gobierno en el mundo. Será la primera vez que haya paz, gozo, justicia, prosperidad, y como Iglesia, gobernaremos con Él.

Cuando pedimos que el Señor venga deseamos la glorificación de nuestro cuerpo mortal, la restauración de la naturaleza caída, la liberación de la muerte, enfermedad y sufrimiento. ¡Solo Jesús hará que esto sea posible!

Cuando pedimos que el Señor venga estamos expresando el mayor de nuestros anhelos: una relación eterna e ininterrumpida con Él. ¿No sabemos en nuestro espíritu que no hay mayor gozo que estar en su presencia y que no hay descanso verdadero sino en sus brazos?

Nunca olvidemos que estamos sembrando para la eternidad, que aquí todo es temporal y que nuestra ciudadanía está en los cielos. Puede ser que Cristo venga hoy, o puede tardarse cien años más, solo el Padre conoce el día y la hora, pero nuestro anhelo debe ser el mismo que el del Espíritu. “Y el Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven Señor Jesús! (Apocalipsis 22:17).

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp