“Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto.” Génesis 41:38, 40, 46.

Y llegó el día… El jefe de la cárcel y varios sirvientes del rey entraron a la celda donde estaba José y comenzaron a prepararlo para comparecer ante el Faraón. El gobernante había solicitado su presencia para que le interpretara un sueño.

El corazón de José, seguramente, latía con mucha fuerza y por su mente habrán pasado miles de imágenes de su pasado reciente. Ya hacía ¡13 años! que su vida había cambiado para siempre. Sus hermanos lo habían vendido como esclavo y nunca más volvió a ver a su padre. Cuando las cosas parecían mejorar en la casa del general Potifar, fue acusado falsamente por su esposa y terminó en la cárcel. Allí tuvo la oportunidad de interpretar un sueño al copero del rey y cuando salió de la prisión, José le pidió que se acordará de él, pero ya habían pasado dos años y no tenía ninguna noticia.

Después de todos esos años, ahora estaba delante del Faraón, y el Espíritu Santo lo capacitó para interpretar su sueño y aconsejarle lo que debía hacer en los años venideros. Tal fue el asombro del rey que dijo: “Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú” (v.39), y en ese mismo momento nombró a José gobernador de Egipto. En un segundo pasó de esclavo a gobernante.

Los años más difíciles de José sirvieron para formarlo y prepararlo para ese momento. Ni un día más ni uno menos. Era el tiempo perfecto de Dios. Los sueños que José tuvo en su adolescencia se hicieron realidad porque Dios siempre cumple sus promesas.

Quizás te sientas identificado con José porque el tiempo pasa y Dios todavía no responde tu petición. Tal vez hasta hayas pensado que se olvidó de ti y de las promesas que te hizo. Pero esta historia te demuestra lo contrario. Dios está trabajando en ti y alrededor de ti. Hay situaciones que aún necesitan ser ajustadas y el Señor lo está haciendo. El Espíritu Santo quiere que sepas que “el día está por llegar”.

Todo tiene su tiempo, su momento y su hora. No te desanimes, no bajes los brazos, no dejes de orar y cree. El día de tu respuesta puede ser hoy.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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