«Padre celestial, en esta hora tranquila de la noche, me inclino ante tu presencia llena de gracia. Mientras el mundo descansa, me refugio en tus brazos de amor, y te agradezco por las bendiciones de este día y por el don de la vida. En medio de la quietud de la noche, encomiendo a tus manos mis inquietudes y preocupaciones, sabiendo que Tú eres el Maestro de la paz. Permíteme descansar en la seguridad de que eres el guardián de mi alma y que tu amor es eterno. Que mi sueño sea un lugar de encuentro contigo, donde experimente tu amor transformador y despierte con renovada esperanza y fuerzas. Amén.»

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