“Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.” Génesis 41:52

Inmigrante involuntario. Eso fue José, el hijo predilecto de Jacob. Por ser obediente a su padre, fue a ver cómo estaban sus hermanos sin saber que terminaría vendido como esclavo a unos mercaderes madianitas. Invisiblemente, el camino providencial de Dios tenía a Egipto como destino. De la casa de Potifar, a la cárcel, y de allí a gobernador de Egipto. No creas que todo pasó muy rápido. No, fueron trece largos años de sufrimiento, dolor, agotamiento, castigo, soledad, desprecio y olvido. Para José, Egipto fue la tierra de su aflicción.

“Aflicción” en hebreo es oní que significa “depresión, miseria, angustia, esfuerzo, pobreza”. ¿Tienes alguna circunstancia, persona, situación o lugar que signifique para ti una “tierra de aflicción”? Puede ser que incluso hayas tenido altas expectativas de un nuevo comienzo y de pronto, en solo tres días, todo se vino abajo y terminaste solo, sin ayuda, desprotegido, sin recursos. Quizás pusiste tu confianza en una persona y te defraudó. Me atrevo a decir que hasta tuviste una supuesta “palabra de Dios” que alguien te dio, creíste que era revelación y terminaste muy mal… Por lo menos hasta ahora.

De pronto, en un minuto todo puede cambiar, como le pasó a José. Hay un tiempo señalado en el reloj de Dios que dice “ahora es el comienzo de la fructificación”. A partir de ese momento, comienzas a ver cambios favorables que tú no controlas, se abren puertas que parecían cerradas, hay personas que empiezan a mirarte de manera positiva. Quizás estabas orando y clamando a Dios que te sacara de la tierra de aflicción, y resulta ser que esa misma tierra es… ¡de fructificación!

“Fructificación” es hebreo es pará que significa “llevar fruto”, es decir, producir resultados favorables como manifestación de la gracia de Dios. Esos resultados pueden ser espirituales, emocionales, materiales, ministeriales. Para que una planta produzca fruto hay que darle tiempo. Cuando recién está creciendo y echando raíces, hay que abonarla, podarla, regarla, quitarle insectos dañinos, hasta que llega el día del primer fruto. ¡Qué alegría para el que ha cultivado con tanto esmero esa planta! Vale la pena el esfuerzo.

El secreto es permanecer con esperanza, mantener la fe a pesar de la realidad, afirmar la confianza en Dios que tiene el control de todo, sin dejar de esperar en su Providencia y Soberanía, porque sus planes son lo mejor que nos puede pasar en esta vida. “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29:11).

Dios me guio a escribir este devocional para ti, para animarte en fe, levantarte el espíritu y recordarte las promesas que Él te ha hecho. Dios quiere fructificarte en la tierra de aflicción. Tu fe manifestará la expectativa de lo que el Señor hará a partir de hoy.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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