“Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”. Romanos 4:20-21.

¿Cuánto tiempo estás dispuesto a esperar por el cumplimiento de una promesa que te hizo Dios? Tal vez te parezca demasiado una semana o un mes, pero tenemos el ejemplo de un hombre que supo esperar… ¡hasta los cien años! Creo que ya sabes a quien me estoy refiriendo.

Abraham nunca “dudó por incredulidad”. Puede ser que haya dudado acerca del momento, de las formas, incluso alguna vez dudó si Sara sería la madre del hijo que Dios le había prometido, pero nunca pensó que Dios no cumpliría lo que le había dicho.

¿Cuál fue el secreto de Abraham para permanecer firme tantos años? Estaba “plenamente convencido”. Esta frase corresponde a una sola palabra griega, pleroforéo, que significa “completamente seguro, ciertísimo; sin espacio para la duda”. Se refiere a una persona que después de haber analizado la situación, ha llegado a la conclusión que no hay manera de que no suceda lo esperado porque todas las evidencias están a su favor.

A través de los años de espera, Abraham fue conociendo más y más a Dios. Cuanto más se acercaba a Él, más crecía su fe. Aunque atravesó momentos difíciles, siempre vio la mano poderosa de Dios obrando sobre su vida, familia y posesiones. Sus experiencias con Dios afirmaron su fe. Sabía que cuando Él promete algo lo cumple.

Entre otras cosas, aprendemos de la historia de Abraham que si nos hemos encontrado con Dios y Él nos ha dado una promesa, debemos esperar pacientemente su cumplimiento. Nuestra confianza debe estar puesta en Aquel que habló a nuestro corazón.

¿Qué promesas te hizo Dios? ¿Estás plenamente convencido de que Él nunca falla? ¿Crees que Él ha fijado un tiempo para el cumplimiento de las promesas que te hizo y que nada ni nadie pueden cambiar eso? Si nos ocupamos de conocer más a Dios, nuestra fe crecerá y sabremos esperar con paciencia lo que Dios nos ha prometido.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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