“Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios…” Jonás 2:7-9.

No existen las oraciones inoportunas para Dios. Si lees toda la Biblia verás que se han hecho oraciones en todo tipo de circunstancias y en lugares inverosímiles. Uno de ellos fue el “templo” en donde Jonás oró por la salvación de su vida: ¡El vientre de un gran pez!

Este profeta estaba disgustado con el Señor. Su sentimiento nacionalista no le permitía aceptar que Dios amaba también a sus enemigos, que estaba dispuesto a perdonarlos y darles otra oportunidad; por eso huyó en la dirección opuesta a Nínive.

Jonás prefería morir antes que obedecer a Dios. ¡Vaya profeta! Sin embargo, después de tres días en el vientre del pez, dijo: “Me acordé de Jehová”. Y allí, entre algas y vaya uno a saber qué otras cosas, el profeta hizo una oración sincera y decidió obedecer a Dios. El pez lo vomitó en tierra y finalmente fue a predicar a la capital de Asiria donde pudo ver la respuesta de arrepentimiento más grande de todos los tiempos. En cuarenta días, se convirtió una ciudad entera.

¡Qué lección para Jonás y también para nosotros! No podemos huir de Dios y tampoco negarnos a obedecerle. Aunque los planes de Dios no se ajusten a “nuestros deseos”, o no entendamos las circunstancias que atravesamos, debemos recordar que Dios es soberano y siempre sabe lo que hace.

No permitamos que nuestro orgullo o testarudez nos alejen de los planes perfectos que Dios trazó para nuestra vida. Rindamos nuestra vida al Señor sin reservas y recordemos que en la obediencia siempre hay bendición.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Libro de devocionales «Tiempos de Refrigerio»
Adquiera el libro en Amazon

compartir por messenger
compartir por Whatsapp