“Pero cuando estaba sumido en profunda angustia, Manasés buscó a Dios y se humilló con sinceridad ante Él. Cuando oró, el Señor lo escuchó y se conmovió por su petición. Así que Dios hizo que Manasés regresara a Jerusalén y a su reino. ¡Finalmente Manasés se dio cuenta de que el Señor es el único Dios! (2 Crónicas 33:12-13 – NTV).

Nunca deja de sorprenderme esta historia cada vez que la leo. El rey que más años duró en el trono de Israel fue el peor rey que tuvo en toda su historia. ¡Qué paradoja! Manasés reinó 55 años y Dios dice que no hubo otro rey tan pecador como él. Sin embargo, ¡le permitió vivir más años que otros reyes que fueron fieles, respetados y consagrados al Señor! ¿Por qué? La respuesta está en el corazón de Dios. Él no quería que este hombre se perdiera eternamente en el infierno y le estaba dando oportunidades para arrepentirse.

Además de hablarle al corazón, el Señor le envió mensajeros y profetas a los que despreció, rechazó y enjuició injustamente. Al fin, Dios permitió que los asirios lo llevaran cautivo por un tiempo a Babilonia, y recién en ese momento tocó fondo. Reconoce todos sus pecados, se arrepiente, le pide perdón a Dios, el Señor lo libera y vuelve a Jerusalén a tratar de corregir todo el mal que había hecho.

¡Qué maravillosa que es la misericordia de Dios! Mientras nosotros lo hubiéramos ajusticiado en los primeros años de reinado, Dios siguió dándole oportunidades para que se arrepintiera. En la eternidad, cuando todos los hijos de Dios estemos reunidos en Su presencia, allí estará Manasés.

El corazón del Señor sigue siendo el mismo, no cambia, su amor y misericordia no tienen fin. Si todavía no ha venido a buscar a su Iglesia es porque está esperando que muchos otros se arrepientan; si todavía la persona que más dolor te causa sigue viva y aparentemente feliz, es porque Dios no quiere que se pierda. Sin embargo, su justicia sigue activa; el Señor está buscando arrepentimiento o evidencias para el día del juicio.

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” 2 Pedro 3:9,15ª.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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