“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.” Juan 19:25.

Cuando Jesús fue apresado, condenado y crucificado, dice Mateo que todos sus discípulos lo abandonaron. Bueno, todos los discípulos no, solo los discípulos varones, a excepción de Juan.

Durante los tres años y medio que Jesús ejerció su ministerio en la tierra, ellas le sirvieron con fidelidad, ¿cómo iban a dejar a Jesús solo en sus horas más terribles? Su madre y el resto de las mujeres que estaban con ella, vieron cómo los soldados se repartían la ropa del Señor, vieron cómo le dieron vinagre en lugar de agua para calmar su sed, y escucharon la declaración del Rey en agonía: “Consumado es”. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.

En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron (Mt. 27:51). El Hijo de Dios había muerto. Las mujeres y Juan vieron como bajaban a Jesús de la cruz, y entregaban su cuerpo a José de Arimatea para ser sepultado. Pero ¿sería este el final?

El domingo temprano, apenas amanecía, las mujeres se levantaron y fueron al sepulcro con especies aromáticas. ¿Qué las motivaba a hacer esto? La respuesta es una sola: Amaban al Señor. Y llegando al lugar, hallaron removida la piedra y a dos varones con vestiduras resplandecientes que les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con gran gozo, fueron corriendo a dar la noticia a los discípulos. (Mt. 28:1-6)

¿A quién podía el Señor encomendarle el mensaje de su resurrección? ¿Quién no se quedaría callado? Las mujeres que amaban a Jesús. Las primeras reporteras de la gracia hicieron correr la voz hasta que todos supieron la verdad, la única verdad: Jesús ya no estaba en la tumba, ¡había resucitado!

La noticia sigue corriendo hasta el día de hoy. ¡Jesús no está en la tumba, Él ha resucitado! Aquellos que amamos a Jesús, seguimos siendo los portadores de este mensaje. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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