“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor…” Marcos 6:34a

Es importante leer el contexto de este versículo para saber por qué Marcos hizo énfasis en una característica en particular de Jesús.

Hacía poco tiempo que el Señor se había enterado que Herodes había decapitado a su primo Juan. Sin duda el Señor, tan humano como nosotros, sintió esa pérdida. Además, su trabajo no se detenía nunca, a tal punto que les dijo a sus discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer” (v. 31). El Señor y sus discípulos estaban exhaustos. Necesitaban descansar y comer algo. Entonces se subieron a una barca y cruzaron el lago de Genesaret, pero allí los esperaba una multitud (v. 32). ¡Se acabó el descanso!

Así era la vida de Jesús. No tenía tiempo para descansar, no tenía tranquilidad para comer, no tenía vacaciones. Además, como Hijo de Dios, sabía que lo iban a dejar solo en la cruz, que lo iban a negar, traicionar, y muchos de los que le seguían estarían entre la multitud que gritaría “¡Crucifícale!”. Entonces, ¿por qué atendía las necesidades que se le presentaban a cada paso? ¿Cómo es que nunca abandonó su tarea a pesar de todo lo que le esperaba?

La respuesta la tiene Marcos: “Tuvo compasión”. Una palabra que significa “sentir que las entrañas se conmueven, sentir pena, movido por misericordia, amor entrañable”. El sentimiento de Jesús era muy profundo. Podía sentir el dolor de las personas, la soledad, la angustia, la tristeza y la desesperación. Jesús sabía todo, sentía todo, “y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.” (Juan 2:25).

Hoy es igual, el Señor sabe lo que estamos pasando, conoce nuestro dolor, se identifica con nuestros sentimientos y su compasión lo mueve hacia nosotros. Su amor entrañable hace que sus brazos se extiendan hacia nosotros cuando clamamos por ayuda.

Jesús no es indiferente a lo que puedas estar enfrentando. Solo te pide que te acerques con fe, pongas tu confianza en Él, esperes con paciencia su respuesta y cuando llegue, lo alabes por su gran amor y misericordia. Él no se ha olvidado de ti.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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