“Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió.” 1 Reyes 17:21-22.

Elías pasó los tres años de la sequía que profetizó en la casa de una viuda y su hijo. Seguramente, el tiempo compartido fomentó un ambiente familiar en la casa, por eso no resulta difícil imaginar lo que sintió cuando el muchacho se enfermó gravemente y murió.

¿Qué pensamientos habrán pasado por la mente de Elías en ese momento? ¿Qué pensaríamos nosotros? ¿Por qué Dios permite una situación tan dramática cuando esa viuda estaba dando hospedaje a un siervo de Dios? ¿Ya no se podía hacer nada? No para Elías. Él tomó el cuerpo del muchacho y lo llevó a su aposento. Allí comenzó a orar a Dios: “Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo?” (v. 20). No puede ser. Entonces Elías clamó a Dios para que le devolviera la vida.

Dios no respondió a la primera oración. Elías se tendió sobre el muchacho una vez y no sucedió nada. Habrá sido extraño para él, ya que al orar por lluvia llovió y cuando pidió que cayera fuego del cielo Dios lo envió inmediatamente. Pero en este caso no tuvo respuesta a la primera vez… Entonces lo intentó por segunda vez y tampoco sucedió nada. Una tercera vez, y al fin el muchacho revivió.

Muchas veces Dios quiere ver constancia en nuestra oración, por eso si dejamos de orar después de hacerlo solo una vez, es muy posible que la respuesta no llegue. Podemos recordar la parábola de la viuda y el juez injusto que Jesús contó “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1). Al finalizar esta parábola el Señor nos deja esta enseñanza: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.” (Lucas 18:7-8). Por eso también el apóstol Pablo nos exhorta a ser “constantes en la oración” (Ro. 12:12).

No renuncies a tus peticiones si no son respondidas inmediatamente. Persiste en orar; clama una y otra vez, hasta que el Señor te responda. “Yo amo al Señor porque él me escucha, porque oye mi voz cargada de súplicas. El Señor se digna escucharme; por eso lo invocaré mientras viva”. (Salmo 116:1-2)

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Libro de devocionales «Tiempos de Refrigerio»
Adquiera el libro en Amazon

compartir por messenger
compartir por Whatsapp