“Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”. 1 Samuel 1:12-17.

No todo el mundo entenderá nuestra relación con el Señor. Algunos pueden juzgarnos mal o llegar a conclusiones desacertadas por sus ideas preconcebidas, estereotipos o la opinión o presión de la mayoría. Le pasó a Ana, la madre de Samuel. Mientras estaba en el santuario, se retiró a un lugar apartado para orar. Ella anhelaba tener un hijo. Su clamor era profundo, su oración estaba cargada de angustia debido a su esterilidad, pero no se oían sus palabras, solo movía los labios. Entonces el sumo sacerdote, al verla, sacó una conclusión apresurada: “Está ebria”. Sin duda habló sin ninguna guía de Dios.

¿Qué hubiéramos contestado si estuviésemos en el lugar de Ana? Ella actuó con humildad y mansedumbre, explicándole a Elí lo que le estaba ocurriendo. Al fin, su oración fue contestada, tuvo a Samuel y se lo entregó al mismo sumo sacerdote que hacía un tiempo la había confundido con una ebria.

Nosotros también podemos enfrentarnos a personas que nos juzguen de manera equivocada. Tenemos que saber que no todos comprenderán nuestro amor y devoción al Señor, nuestros anhelos espirituales más elevados, nuestras peticiones más intensas. “No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender”. Isaías 44:18.

No dejes de orar por lo que digan los demás. No cambies tu devoción para ser aceptado por otros que no están conectados con el Señor. Sigue creciendo en la verdad. Derrama tu corazón en su presencia y no dejes de creer. Si te aferras y confías en lo que Dios te ha dicho, podrás ver las respuestas a muchas de tus peticiones para la gloria del Señor.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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