“Cuando los guardias del templo regresaron sin haber arrestado a Jesús, los principales sacerdotes y los fariseos les preguntaron: ¿Por qué no lo trajeron? ¡Jamás hemos oído a nadie hablar como él! -contestaron los guardias.” Juan 7:45-46.

Muchas veces los religiosos intentaron echarle mano a Jesús pero no pudieron. Estaban tan enojados con el Señor por decirles la verdad, que solo querían deshacerse de Él para acallar el mensaje intranquilizador de sus conciencias. Pero no había caso, una y otra vez fallaban en sus intentos. No sabían que la hora de Dios para que Jesucristo entregase su vida no había llegado.

En cierta ocasión enviaron a la “policía” de esa época para arrestar a Jesús, pero las palabras que estos hombres escucharon del Señor produjeron tal convicción en sus vidas que regresaron sin Él porque no encontraron ningún motivo para arrestarlo.

Las mismas palabras de Jesús son apreciadas por corazones espiritualmente sensibles y odiadas por corazones duros. El Señor sabe quiénes son los que habrán de creer y también quiénes rendirán sus vidas completamente a Él. Jesús dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.” (Juan 6:63-64).

El Señor sigue hablando. Sus palabras quedaron registradas en la Biblia para seguir transmitiendo vida. Él sigue salvando, libertando, restaurando y sanando, pero se requiere fe para que cada una de sus promesas se haga realidad en nosotros. Nuestra respuesta a sus palabras hará la diferencia. Si podemos creer que ellas todo cambiará en nuestra vida.

Quiera Dios que nuestra respuesta sea la misma que la de sus discípulos: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. (Juan 6:68-69).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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