“Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto… Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.” Números 14:4, 9.

Israel estaba a un paso de conquistar la Tierra Prometida. Sin embargo, los enemigos parecían demasiado grandes, así que en un momento la ilusión de un nuevo hogar se esfumó. No solo se olvidaron de las promesas de Dios sino de todas las experiencias que habían vivido durante la travesía por el desierto: Pan del cielo, codornices en abundancia, agua de la roca, preservación de la ropa y calzado, sombra de día y luz de noche. ¡Increíble!

La orden de Dios era ir hacia adelante, sin embargo, a excepción de Josué y Caleb, todo decidieron que lo mejor era volver a Egipto. A partir de ese momento, sentenciaron su destino, y toda esa generación quedó sepultada en el desierto. La incredulidad y la rebeldía los llevó a perder todo lo que Dios les había prometido.

Pasaron miles de años desde ese evento, pero los miedos producto de la incredulidad siguen siendo los mismos. Por eso, aquellos que no tienen fe, que no quiere experimentar las hazañas del Dios Todopoderoso, nos recomendarán “volvernos a Egipto”. Volvernos a lo seguro, a donde no hay desafíos, donde podemos alimentar los deseos de la carne. ¡Qué locura! Si ya sabemos lo que significa la esclavitud, ¿cómo se nos ocurre que retroceder es mejor que avanzar?

Necesitamos escuchar a esos dos o tres que no dudan de las promesas de Dios, que caminan seguros porque saben Quién los guía, aquellos que pueden alimentar nuestra fe, como Josué y Caleb. Personas maduras espiritualmente que nos recuerden que Dios sabe el camino que nos está haciendo recorrer, los desafíos que va a permitir, y los milagros que hará para mostrarnos su poder.

Por eso, abandona cualquier duda, no vuelvas atrás. No sigas los consejos de aquellos que te hablan desde las oscuras arenas del desierto. Avanza con fe. El Señor cumplirá cada una de las promesas que te hizo. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”. 2 Corintios 1:20.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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