Todo lucía perfecto, Vicente tenia ahora ya sus equipos portátiles que siempre soñó: su celular, su laptop, su tablet, su iPod, su cámara profesional fotográfica, su nuevo juego de vídeo adaptable a su nuevo televisor inteligente, su auto que sus padres le regalaron, todo aquel flamante auto computarizado, con su tablero impresionante que le marcaba hasta el grado de aire de sus llantas y el tiempo que tenía para cambiarla, su auto a pesar de ser veloz podía frenar por sí solo en caso de acercarse mucho a otros vehículos, Vicente ahora sí sentía que lo tenía todo, siempre estaba a la vanguardia de todo lo nuevo que salía y no podía quedarse atrás con toda la tecnología.
Su habitación tenía su equipo de sonido y televisor con el sistema de audio de teatro, algo impresionante la forma de vida de aquel joven.
Al hablar con sus compañeros lo primero que tenía de que hablar era de sus cosas, lo que pápa y máma le compraban y que eran objetos caros y no todos tenían ese nivel de acceso.
Vicente no tenía tiempo para poder hablar con sus padres quienes eran personas muy brillantes y con grandes profesiones y lo único que no tenían era el tiempo para compartir con su hijo Único Vicente.
Vicente se sumergía en su habitación con sus audífonos del momento y así no hacerle ruido a sus padres, su cuarto todo desordenado, sus ropas interiores estaban almacenadas pues le daba pereza llevar su ropa interior a la lavadora, prefería botar a la basura y comprar nueva ropa que quisiera.
Llegó el momento en el cual Vicente inició a consumir drogas en su escuela de educación media, sus amigos de su misma clase le habían motivado a probar aquella nueva experiencia.
Los padres no notaron mayor diferencia ya que sus horarios de interactuar con su hijo no se presentaban en la mayor parte del tiempo.
La conducta egocéntrica que este joven tenía ahora se estaba tornando más agresiva tanto con sus compañeros y sus padres, quienes no le ponían límites y decían que Vicente solo estaba en su etapa de adolescencia y que debía experimentar sus cambios normales. La ingesta de drogas fue tan persistente que ahora Vicente robaba dinero a sus padres y compraba su droga y además le compartía a otros amigos que no tenían dinero para comprarla. El rostro de Vicente ya se veía más demacrado, pálido y con algunas manchas y arrugas prematuras en su frente y rostro.
Habían días enteros que no salía de su habitación y sus padres decían que no había que molestarlo, pues los jóvenes necesitan de su tiempo para ellos según escuchaban de los psicólogos en la televisión dichas frases.
Llegó el día que Vicente empezaba a no tener mayor cuidado por su vestimenta, ahora le daba lo mismo ponerse los zapatos sucios que limpios, ya no miraba la diferencia, su vestimenta estaba cambiando diametralmente, sus calcetines sucios y con fetidez.
La droga estaba dañando todo su ser, de manera que su violencia y su autoestima baja hicieron su mayor combinación y ahora le hablaba en tono alto a sus padres y además intentaba golpearlos, a tal punto que le dió un puñetazo a su padre, quien cayó desmayado y sufrió de un hemorragia cerebral y llevado al hospital, la madre de Vicente ahora tenía que estar en la sala de cuidados intensivos pendiente de su esposo. Su hijo cada vez más deteriorado en su forma de vivir y debido a tal incidente provocado por él fue llevado al Hospital psiquiátrico de emergencia donde ahora tiene un espacio en aquel pabellón y le diagnosticaron depresión, esquizofrenia y paranoia debido al «uso de sustancias psicoestimulantes.»
Finalmente el padre de Vicente 2 meses después de estar en cuidados intensivos falleció y su fortuna prácticamente quedó en gran parte en el hospital por los cuidados demasiado onerosos.
Ahora Vicente recluido en aquel pabellón recibiendo tratamiento médico, sin embargo los médicos llegaron a la conclusión que su estado de salud era prácticamente irrecuperable.
Vicente salió de aquel hospital y ahora está pululando en las calles de Puebla, ya sin nada que se pueda hacer por él.
Un Ministro de Dios encontró a este joven y le dió albergue en los cuartos para los desposeídos que tenía la iglesia y un psiquiatra cristiano le ayudó con psicoterapias y medicación y mejor nutrición. Vicente contó su historia llena de todo en su hogar pero sin nada para realmente llevar en su corazón para la eternidad.
Vicente tomó la decisión de someterse a Cristo como su Señor y Suficiente Salvador.
Vicente ahora trabaja en los grupos de drogadicción para restaurar personas jóvenes en drogas.
La máma de Vicente sufre de Parkinson y Alzheimer ahora.
Esta historia se repite en diferentes hogares.
El gran engaño de lo material suplantando lo espíritual y valores morales, la falta de tiempo para la familia, la entrega en ganar dinero por sobre cualquier cosa y llenar bóvedas repletas de dinero sin reparar en lo verdaderamente valioso y aquello que en verdad trasciende de una generación a otra.
Las bóvedas pesan tanto que aquí se quedarán, el espíritu es tan liviano que es lo que realmente se irá y es en lo que se debe invertir.
Hay personas que tienen tanto material que dan tan poco o nada lo espiritual a sus hijos.
El gran engaño esta muchas veces más cerca de lo que pensamos ya infiltró nuestros hogares y nuestras iglesias.
No creas todo lo que ves, creamos en aquello que no vemos, allí está la verdadera esencia de la vida en Aquel Dios todopoderoso que solo requiere que tengamos fe como un grano de mostaza para poder verle y experimentarlo en nuestras vidas.
Líbranos del gran engaño Señor.
Dr. Mauricio Loredo
9 abril, 2020 a las 12:24 am
La palabra de Dios dise en provervio cap 1 y verso 7 el principio de toda saviduria es el temor a jehova q Dios nos bendiga y nos ayude