«Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida.» Filipenses 2:14-16a

Todos los reos allí estaban confinados en aquella vieja prisión, sus cuerpos eran casi cadavéricos, y solo salían al lugar a su rutina diaria.

Les preparaban sus alimentos aquellas personas que lo habían hecho por muchos años y nunca habían ido a la oficina de la biblioteca donde había un rótulo que decía: si lees este rótulo eres afortunado, pues solo debes pasar por tu carta de libertad, y si no lees entonces prepárate para tu carga sin libertad.

Muchos nunca fueron a esa «aburrida oficina» que contaba con un microonda y una sala de estar con muchos libros y aquel rótulo en letras grandes.

Habían libros solo de cultura general y tecnología y muchos nuevos testamentos. Pero todos preferían la sala del relajo, donde había solo revistas. Algunos podrían haber pasado desapercibido aquel rótulo por no saber leer, pero otros lo pasaron por alto por no querer ir a esa sala y leer.

El mensaje más oculto es aquel que está escrito en un lugar visible para perezosos de la lectura.

La vida es así, también tenemos la libertad más cerca de nosotros, pero no reparamos en tomar un descanso y leer esa buena información o noticia que podría cambiarnos la vida. Con el tan solo hecho de detenernos a leer un minuto, sería suficiente entre la libertad y la esclavitud de por vida.

¿Dónde podremos esconder la mejor información o aquel billete para que nadie lo encuentre? Preguntaba algún anciano, y se contestaba a sí mismo: en medio de una biblia, porque todos están demasiados entretenidos en lo que no edifica.

Detente, lee, analiza y comienza a ver el mundo desde otra perspectiva que la equivocada que posible siempre has tenido. Recuerda, «Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón.» Proverbios 4:20-2

Dr. Mauricio Loredo

compartir por messenger
compartir por Whatsapp