“A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas.” (2 Crónicas 34:3).

Quien no conoce la historia de Josías, pero sabe que su padre Amón y su abuelo Manasés fueron los peores reyes de Judá, podría pensar que repetiría la historia de sus antepasados, pero no fue así. Josías se rodeó de personas que amaban con sinceridad a Jehová y tenían celo por su Palabra. Dirigido por el sacerdote, el rey Josías comenzó a buscar a Dios desde temprana edad y eso hizo la diferencia en su vida.

Con apenas doce años comenzó a limpiar a Jerusalén de la idolatría. Había que ser muy valiente para derribar lo que habían hecho sus antepasados. Seguramente la «Comisión de Conservación de Legado y Herencia de Jerusalén» le hubiera hecho un juicio político por destruir el tesoro nacional. Pero Josías estaba determinado; lo que le importaba era agradar a Dios y actuó en consecuencia.

Cuando cumplió 18 años podríamos esperar que se volviera rebelde y comenzara a disfrutar de la vida de manera desordenada. Pero no, Josías comenzó a reparar el Templo, el lugar de adoración al verdadero Dios que hacía años estaba abandonado. La sorpresa fue mayúscula cuando en medio de la reparación encontraron uno de los libros de la ley. Al oír el rey lo que estaba escrito, rasgó su ropa en señal de desesperación.  Luego dio las siguientes órdenes: “Vayan al templo y consulten al Señor por mí y por todo el remanente de Israel y de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en el rollo que se encontró. Pues no hemos estado haciendo todo lo que este rollo dice que debemos hacer”. (34:19-21).

Esta palabra vino a través de la profetisa Hulda, quien le envía este mensaje a Josías: “Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová.” (Vs. 26-27).

Aprendemos mucho de la historia de Josías, pero quiero resaltar su valor como joven rey para corregir lo que no estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. En su posición hubiera sido fácil ignorar la Palabra, pero entendió rápidamente que lo más importante era obedecer a Dios.

Una auténtica renovación no llega solo trasmitiendo información, sino cuando regresamos a Dios y ponemos su Palabra por obra. Que el Señor nos ayude en este tiempo a rendirnos a Él y dejar que su Espíritu Santo trabaje en nuestras vidas. “No se contenten solo con escuchar la Palabra de Dios… Llévenla a la práctica”. Santiago 1:22.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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