Se construyó una mansión por un arquitecto obsesivo compulsivo, le fascinaba diseñar y construir. Llegó el momento que construyó la mansión de sus sueños, 2 plantas, luces por todos lados, piscina.

Solo había un problema, no tenía agua, difícilmente se podría conectar el agua ya que no había forma de hacerla llegar hasta esa hermosa mansión; sin embargo como nadie sabía ese detalle, era admirada por todas las personas que pasaban frente a ella, algunas personas se detenían y la fotografiaban.

El arquitecto tomó la decisión de venderla o cambiarla por una choza pero con buen terreno.

Pasaba el tiempo y cuando cada cliente llegaba a querer comprarla, no podían llegar a un arreglo, ya que el arquitecto era muy honesto y les decía que no había posibilidades de tener nunca agua a pesar de haber una piscina construida, baños, servicios con lujo y nada de lo que es la tubería podía usarse.

Cierto canal de televisión llegó a entrevistar a ese arquitecto tan loco, que había construido una casa sin posibilidad de tener nunca agua. Todos a nivel nacional estaban viendo el canal más visto por todos, y se había anunciado sobre un arquitecto que había gastado una fortuna en construir una casa para nada.

Cuando llegó el momento de la entrevista, el periodista después de presentarlo y quererlo ridiculizar le pregunto:  Sabemos que usted es un arquitecto de renombre y le preguntaré ¿por qué hizo una casa de lujo, y que no puede ni podrá vender ya que usted sabiendo que no había agua ni posibilidades de llevar agua hasta esa linda mansión, usted terminó de construirla y ahora no la puede vender?

El arquitecto, quien andaba con una ropa deportiva, se incorporó y se puso de pie y contestó:

He esperado mucho este momento para poder testificarle a todos lo siguiente: vemos en la vida que todo lo que aparentemente nos asombra cómo ser una gran construcción de una gran mansión, lo cual es lo que se puede ver desde afuera, pero hemos olvidado que las cosas que no se ven, o que son aparentemente sin importancia, son las que realmente importan.

El agua en una edificación o en todo lugar, tiene mayor valor aunque no se vea y le da plusvalía a cualquier construcción.

Así también somos las personas. Podemos haber nacido y vivir en la mayor cuna de oro, pero si no tenemos la verdadera agua como lo es Jesucristo, entonces tampoco tendremos valor para el momento que se llegue el momento de ser adquirido por Dios, ya que la marca que Dios buscará, es si la persona tiene el agua viva en su corazón, y si la posee entonces tiene valor ante Él, pero si no lo tiene entonces no tiene valor alguno.

Así que es necesario que las personas puedan venir al dador del agua de la vida para que realmente tengan valor en esta vida y en la venidera.

El reportero se quedó pasmado ante tal respuesta, y le hizo una pregunta más: ¿o sea que usted edificó esa mansión solo porque le sobraba el dinero y demostrar esa pequeña verdad?

El arquitecto dijo: no hay dinero en este mundo que valga más que el alma de una persona, yo decidí invertir en esa mansión para que muchos al verla ahora sepan que es solo una construcción, pero no puede servir para otra cosa más que para mostrar a la gente su ignorancia cuando dejan a Dios afuera de sus vidas.

El ser humano es una de las creaciones más grandes hechas, pero sin el espíritu de Dios en ellos, no sirve para nada.

El reportero le dijo: realmente usted me ha tocado mi corazón con esas respuestas, y sobre todo con esa edificación que usted llama: la mansión de la ignorancia, sé que es un hombre que quiere testificar de Jesús con su vida y sobre todo con la profesión que Dios le dio.

El arquitecto asintió una vez más y se despidió diciendo en la televisión: no sean ustedes como esa mansión por favor, recapaciten y piensen en lo que realmente vale en esta vida.

Esta anécdota nos trae a lo realmente vital en la vida, muchas veces perdemos el tiempo en lo externo y olvidamos lo más importante como ser lo que le da vida a las cosas: Dios mismo.

«…No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan…» Mateo 6:19-20.

Dr. Mauricio Loredo

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