Dos personajes sabios estaban hablando sobre las cosas de la vida, y la divinidad en ella implícita. El sabio de más edad le dijo al joven sabio: ¿sabías que Dios me dejo de hablar hace mucho tiempo?

El joven sabio le preguntó: pero ¿por qué dice usted eso? ¡Dios habla todos los días!

El viejo sabio le dijo: –bueno, he sentido en estos 30 últimos años que no he tenido mayores respuestas de Dios.

El joven sabio le preguntó: –Pero ¿qué cosas hace usted cuando quiere que Dios le hable?

El viejo sabio le contestó: –pues lógico, oro a Él todos los días.

El joven sabio aún no convencido con la respuesta dada le preguntó: Pero ¿qué hace para transmitir usted el mensaje de Dios a otros?

El viejo sabio, se levantó de su sillón y se dirigió a un librero con una gran variedad de libros, y allí se podía ver una Biblia de pasta roja empolvada, y sacó de dichos estantes del librero varios manuscritos que él tenía, y se los llevó a su homólogo más joven, y le dijo: –yo siempre uso estos materiales que hicimos hace ya muchas décadas con uno de mis profesores de teología, y aquí está como una personas puede conocer a Dios y conocer de Dios, sobre el bautismo, sobre el Espíritu Santo, sobre la adoración a Dios y etc. etc. etc.

El joven sabio le dio un vistazo a todos esos manuscritos, los cuales sus hojas que otrora fueron páginas blancas, ahora eran páginas completamente amarillentas. El joven sabio le dijo con un gran énfasis al viejo sabio: –ahora entiendo, porque usted siente que Dios no está hablándole a su oído y corazón. El viejo sabio le preguntó: –¿sabes por qué es entonces? Dime la explicación de ese fenómeno.

El joven sabio le dijo: –Imagínese que usted es un niño, estimado profesor, pero hay un maestro que le enseña a usted de lo que escribió en el pasado de acuerdo a las vivencias que tuvo para enseñar, ahora usted queda enseñando con el mismo material sabiendo que el tiempo ha cambiado, los valores morales han cambiado, los medios de transporte han cambiado, las personas en sí han cambiado, las necesidades de las personas han cambiado, las obligaciones, los derechos y leyes han cambiado. Entonces ¿cómo podría usted actualizar a las personas? Ese ha sido su problema por esos 30 años que siente que Dios no le habla o contesta.

Ahora, el libro más actualizado que existe y del cual yo puedo dar fe, es ese libro de pasta roja que usted tiene allí empolvándose, y el cual usted ya no lee para poder enseñar a otros, sino que se vale de viejos manuscritos que usted escribió en el pasado, eso usted lo hace por conveniencia, por no seguir estudiando, pero eso lo que conllevará es a no aprender más, pues usted por ejemplo puede leer un versículo hoy que hable a su vida y usted haga un apunte, pero no significa que ese versículo ya no le dirá más cosas a futuro y le de otra perspectiva. De modo que cada vez que usted se vale de los escritos para volver a enseñar esa verdad de esa vez, no puede escuchar lo que Dios quiere decirle con ese mismo versículo o pasajes completos para esta otra ocasión, pues usted está limitando el poder de Dios a una sola vez que le habló y usted lo anotó. Así que si quiere que Dios le hable a usted y que usted transmita ese mensaje debe renovar sus materiales cada día y ser un estudioso de su palabra y verá los grandes gritos que Dios nos está haciendo.

El sabio mayor estaba perplejo con la exposición del joven sabio y tenía los ojos agrandados, y fue a traer todas sus viejas predicaciones y le dijo al joven sabio: ¿sabes que voy a hacer ahora mismo? Nunca más volveré a hacer los mismos mensajes, cada mensaje será nuevo así como dice Romanos 12:2 «…No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…»

Y así fue liberado el sabio de mayor edad, y volvió a sentir que Dios le hablaba cada vez que preparaba sus materiales cada semana para enseñar, y todos pudieron sentir que era un mensaje muy refrescante y penetrante el que llevaba el viejo sabio y producía cambio en las personas que le escuchaban.Todos podemos aprender a recibir consejos de aquellos más pequeños cuando estamos en desaciertos en nuestras vidas, lo que hace falta son personas sinceras que nos digan la verdad en nuestra cara, en simbolismo de ese amor que nos tienen para evitar que nos vayamos al precipicio.

Dios aún sigue hablando y cada vez más fuerte, pero hay muchos sordos que no prestan atención posible por conveniencia o posible por acomodamiento a este siglo, por pereza o no conocer al Señor y Salvador Jesucristo.

¡Seamos aprendices siempre de la palabra!

Cortesía Dr. Mauricio Loredo

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