“Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35.

¿Has visto una espiga de trigo madura, lista para ser cosechada? Tiene un color amarillo que empalidece a los rayos del sol. Los campos parecen blancos.

Cuando era pequeño, mi padre me llevó a conocer algunos silos en donde almacenaban las semillas que iban a ser exportadas, y por supuesto, me subió a una cosechadora para explicarme el proceso que se llevaba a cabo para recoger el trigo. Era la primera vez que tenía en mis manos tantas semillas juntas. En esa oportunidad aprendí cómo las semillas se reproducen de manera extraordinaria, tal como Jesús lo dice en la parábola del sembrador: Por cada semilla que siembras, sale una espiga que puede tener ¡hasta cien granos de trigo nuevos!

Jesús conocía bien los tiempos de la siembra y la cosecha y usó eventos como estos para enseñarles importantes lecciones espirituales a sus discípulos. La primera la encontramos en Juan 4. Jesús se encuentra con la mujer samaritana y se presenta como el Agua de Vida. Esta mujer es impactada por las palabras de Jesús y vuelve a su ciudad a compartir las buenas nuevas con sus coterráneos. Jesús plantó una semilla de esperanza y salvación en una vida necesitada, y dio mucho fruto…

Mientras el Señor les explicaba a sus discípulos lo que había sucedido, la mujer regresó trayendo una gran multitud. Esa semilla se multiplicó en cientos de corazones dispuestos a escuchar las palabras de vida eterna. Entonces Jesús les dice a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.

Mira a tu alrededor. ¿Puedes ver a las personas que te rodean como campos listos para cosechar? Sin duda vamos a actuar según lo que veamos. Si vemos campos blancos, cosecharemos. Si vemos campos verdes, nos quedaremos sentados esperando que llueva…

Tú tienes en tu mano una semilla, es decir, tu testimonio, pídele a Dios que te muestre dónde plantarla. Hay muchos esperando ser alimentados por las palabras de vida que el Señor hablará a sus corazones. No tengas temor de lo que dirás o del qué dirán. Dios llenará tu boca de palabras extraordinarias. Incluso tú mismo te sorprenderás al escucharte. “…No se preocupen de antemano por lo que van a decir. Solo hablen lo que Dios les diga en ese momento, porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo.” Mateo 13:11.

El campo está blanco, listo para la siega. ¿Ya encendiste tu cosechadora?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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