“Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.” Juan 12:3.

A Jesús le gustaba pasar tiempo en la casa de los hermanos Lázaro, Marta y María. El ambiente era muy amigable y además ¡olía a la buena comida de Marta! Pero en esta ocasión en particular, olía a perfume muy costoso. María había gastado todos los ahorros de su vida en un perfume muy caro que terminó derramando sobre su amado Maestro. Para algunos fue un desperdicio; pero para otros, amor y adoración desbordante.

Pero el perfume no fue lo más costoso que María le ofreció a Cristo, si no su corazón, su ser entero. Sus planes, sus anhelos más íntimos, su futuro, su reputación… lo había rendido todo al Señor.

Jesús ama los corazones rendidos a sus pies antes que los perfumes. Y me refiero a entregarle “obras”, pero no nuestra vida. Cuántos le ofrecen al Señor su servicio, obras de caridad, algo de su tiempo y piensan que le han dado lo mejor a Dios. Si nuestras vidas no le pertenecen completamente a Él “nuestros perfumes” tienen poca importancia.

El verdadero amor no mide ni calcula lo que se puede hacer por la persona amada. María ungió los pies del Señor y los secó con su propio cabello. ¡Qué cuadro de rendición, gratitud y amor al Señor!

Rendirse, una palabra que el mundo interpreta como fracaso, derrota, o darse por vencido. Pero para los que amamos a Cristo es el comienzo de la victoria.

¿Hay algo que aún debas rendir al Señor? Quiebra “tu vaso” y derrama tu vida a los pies de Aquel que lo dio todo por ti.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer

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