“Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Lucas 20:25.

Los enemigos de Jesús querían arrestarlo y entregarlo al gobernador romano. Pero como no tenían de qué acusarlo, enviaron a unos espías para que se hicieran pasar por personas buenas y vigilaran en qué momento Jesús decía algo que lo condenara. Entonces se acercaron al Señor y le preguntaron: ¿Está bien que paguemos impuestos al César o no?

Si Jesús decía sí, el pueblo se levantaría contra Él porque todos esperaban un Mesías que los librara de los romanos. Si respondía que no, lo condenarían los romanos. Seguramente estos hombres pensaron que habían logrado atrapar a Jesús, pero no sabían a quién se enfrentaban. Entonces el Señor pidió una moneda y les preguntó: “¿De quién es la imagen y el nombre que aparece en la moneda? Del César, respondieron. Entonces denle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Creo que todos estamos claros hoy en día sobre lo que es “del César”, pero la pregunta que deberíamos responder es: ¿Sabemos realmente lo que debemos darle a Dios?

A Dios se le debe dar alabanza. Fuimos creados para “la alabanza de su gloria” (Efesios 1:12). Nuestros labios deben alabar a Dios constantemente, pero debemos hacerlo con un corazón apasionado por Él.

A Dios le debemos dar tiempo de calidad. Jesús nos dijo que deberíamos buscar un lugar tranquilo, secreto para encontrarnos diariamente con Él. (Mateo 6:6).

A Dios le debemos dar gracias por todo lo que hace en nosotros y por nosotros (Colosenses 4:2). No necesitamos esperar a Thanksgiving para esto. Al agradecer estamos reconociendo su gracia y su misericordia.

A Dios debemos darle lo que le pertenece (Proverbios 3:9). Dios es el Dueño de todo lo que tenemos, y nosotros lo honramos administrando con sabiduría y dando con generosidad.

A Dios debemos darle excelencia en todo lo que hacemos (Colosenses 3:23), porque se merece lo mejor de nosotros.

Pero sobre todas las cosas, el Señor espera que le amemos voluntariamente (Deuteronomio 6:5). Nada tendría sentido sin una relación de amor verdadera. Dios nos amó primero para que luego nosotros pudiéramos amarlo a Él “con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con todas nuestras fuerzas”.

¿Le estás dando a Dios lo que es de Dios?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

 

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