Perdonar, que difícil resulta. 

Hace muchos años leí la historia de un joven llamado José, hijo de un anciano de nombre Jacob. José, como cualquier otro joven de su edad, soñaba con ser poderoso, próspero y muy influyente.  En sus visiones, él veía como sus hermanos se inclinaban para servirle. Éste jovencito, desenfrenado por la emoción y la pasión de la adolescencia, decidió contarles el sueño a sus hermanos.

Ellos, atormentados por tanta envidia no podían entender los sueños de José. Y es que los sueños de Dios son difíciles de interpretar, para aquellos que viven en la amargura. 

José era amado por Jacob, como a ningún otro hijo, porque fue concebido en su vejez. 

Realmente José fue el hombre más amado y odiado, humillado y luego exaltado, sin embargo la adversidad no logró que turbara su corazón y endureciera su carácter. 

José, el favorito de su padre, pero el despreciado por sus hermanos. 

Aunque José no había hecho nada para que estos sentimientos crecieran, sus hermanos no dejaban de acrecentar tanta ira para con él. 

Un día José fue a buscar a sus hermanos al campo, y estos enardecidos de amargura dijeron “allá viene José el soñador”, así que decidieron derrotar y acabar con esos pensamientos, cegados por el odio, le interceptaron y lo despojaron de su túnica de colores, lo lanzaron a una cisterna y minutos después, decidieron venderlo como esclavo a los ismaelitas y luego fue llevado a Egipto. 

La envidia, el desprecio y la falta de compasión cegaron sus corazones, hasta el punto de fingir la muerte de su hermano menor. 

Fueron muchos los obstáculos que enfrentó José desde convertirse en peón, hasta ser acusado por la esposa de Potifar. Pero José siempre dispuso “NO CONTAMINAR SU CORAZÓN”, así que le tocó luchar con el desprecio, el señalamiento, y la crítica de muchos. 

Realmente esto no era lo más difícil para él, lo que de verdad podría causarle un gran dolor, era comprender cómo sus “hermanos”, pudieron haberle hecho tanto mal. 

José pudo haber envenenado su corazón, pudo pensar que apenas estuviera en libertad iba hacer que sus hermanos pagarán por tanto mal. Tenía hasta el derecho de planificar su venganza, pero no fue así. Su corazón siempre tuvo dolor pero no rencor, angustia pero no desesperación, tristeza pero certeza de que algún día iba a tener un nuevo encuentro con su padre. 

José es uno de los relatos más inspiradores que nos enseñan que el perdón te libera. 

Cuando se reencontró con sus hermanos, siendo ya él gobernador de Egipto, sus lágrimas cubrieron su rostro, su corazón se estremeció, no podía contenerse, y en vez de vengarse, solo preguntó ¿vive, aún mi padre?

 Sus hermanos quedaron sin palabras; el miedo, la duda, el asombro, los neutralizó. Dice la biblia, que cuando José se encontró con todos, no tuvo más gesto que extender perdón.  Tanto a ellos, como a su padre, tomó por besarles sin excluir a ninguno. 

Qué acto tan perdonado el de José. Te preguntó ¿Qué hubieses hecho tú? Cuál ha sido tu respuesta hacia la traición, el rechazo, o la ofensa. 

Déjame decirte que si José no hubiese perdonado tal vez no hubiese llegado a ser Gobernador de Egipto. Es decir, que esa cárcel de rencor puede hacer que tu propósito mengue. 

Muchas de las tragedias que llegan a tu vida nacen de la falta de perdón. El rencor te hace vivir enfermo, te niega la capacidad de creer, te hace pensar como víctima y solo aprendes a vivir desde el dolor del pasado. No habrá cavidad para algo nuevo, porque estarás aferrado a 1lo que te hicieron”. 

Perdonar es “Renunciar a los recuerdos dolorosos del pasado”. No te dejes atormentar por los fantasmas del pasado, no traigas a memoria las cosas que te causaron ma  al contrario, piensa que en Dios eres una nueva criatura. 

2 corintios 5:17 “Porque el que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”. Esto quiere decir que ya Cristo te ha perdonado, y no hay nada que te condene. 

Perdonas es “Dejar de vivir en la amargura”. Cuando no sueltas la amargura, vivirás siempre condenado a una cárcel de depresión. Y esta cárcel nunca te dejará ser libre del castigo. Lo que es peor, vivirás lastimando a otros, con el mismo látigo que fuiste lastimado. 

Y si aún no estás seguro de perdonar, déjame hablarte de otro relato. 

El ejemplo más grande de perdón, ¿Lo conoces? 

MI REY JESÚS

El ejemplo de perdón más grande en el mundo el de nuestro Salvador. A él, lo golpearon, lo escupieron, lo hicieron cargar una cruz de al menos 70 kilos, recibió latigazos, le colgaron una corona de espinas y clavaron sus manos, sin embargo, Jesús es su infinita misericordia, intercedió antes Dios y exclamó “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 

Humanamente, ¿Crees que Jesús merecía tanto dolor?, por qué además de las heridas, tenía que sufrir con la traición de unos cuantos. Si piensas desde la lógica, dirás que no hacía falta tanto dolor, pero para que la profecía se cumpliese, pues así tenía que ser. 

Cuando los discípulos de Jesús preguntan ¿Cuántas veces se debe perdonar?, Jesús responde, 70 veces 7. Y es que el perdón te sana, te libera, te motiva y te lleva a un lugar mucho más placentero. 

Hay enfermedades físicas que nacen desde el alma, de esa raíz de amargura que no quieres cortar; deshazte de ella y di “Ya basta”. 

El acto de Jesús en la cruz no fue un acto romántico, sino al contrario fue un acto de fe, valentía y de coraje. Un acto que marcó la historia… 

Y es que no solo la muerte y la resurrección, sino la compasión y el amor que tuvo para colgar nuestra iniquidades  en la cruz del calvario; y extendernos misericordia. 

Así que…

Si Jesús te perdono, no te condenes. 

Si Jesús te perdono, perdona. 

Si Jesús te amo, ama. 

La libertad te trae sanidad, la sanidad te acerca a Dios, y el acercarte a Dios te dará la capacidad de soñar, de vivir, de amar, de creer, sin ninguna raíz de amargura que sea un obstáculo en tu vida.  

PERDONA Y LIBÉRATE, Que una multitud está esperando disfrutar de lo que realmente eres, una “NUEVA PERSONA”.

© La Biblia en español

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