“Y el rey respondió al pueblo duramente, dejando el consejo que los ancianos le habían dado; y les habló conforme al consejo de los jóvenes, diciendo: Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones”. 1 Reyes 12:13-14.

Todos conocemos la cara del esplendor y la gloria del reinado de Salomón, pero no siempre prestamos atención a la otra cara, la del sufrimiento del pueblo por los tributos y el trabajo forzado. Cuando Roboam, su hijo, asciende al poder, el pueblo se presenta ante él para pedirle misericordia: “Tu padre agravó nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos” (v. 4).

El joven rey da un buen primer paso diciéndoles que en tres días les daría una respuesta. Tres días para meditar, buscar a Dios y escuchar el consejo de personas sabias que le ayudarían a tomar una decisión. Sin embargo, ignora el consejo de los ancianos que le recomiendan ser compasivo, y escucha a sus inmaduros amigos, “jóvenes que se habían criado con él, y estaban delante de él” (v. 8) que le dicen lo que él quería escuchar.

Roboam le responde al pueblo: “Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones” (v.14). ¡Wow, Roboam! Pero el pueblo no lo pudo soportar y se dividió. Desde allí en adelante diez tribus se separaron formando el Reino del Norte, y él se quedó con el Reino del Sur con solo dos tribus. Mal consejo, mala decisión.

Mi intención no es condenar a Roboam sino tomarlo como ejemplo. Muchas veces pedimos un consejo, pero en realidad no le prestamos atención porque ya hemos tomado una decisión en nuestro corazón. En otros casos, buscamos consejeros que nos digan solo lo que queremos oír. En cualquiera de los casos mi pregunta es: ¿para qué buscar consejo entonces?

Si realmente queremos hacer la voluntad de Dios, debemos aprender a seleccionar a nuestros consejeros. El consejo sabio, maduro y espiritual, es el que Dios puede usar para librarnos de problemas y mantenernos en la senda correcta.

¿A quién pides consejo? ¿Tienes a alguien que ama a Dios por sobre todas las cosas, conoce bien Su Palabra y actúa dirigido por el Espíritu Santo? Buen consejo, buena decisión.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

 

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