“… si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. Marcos 9:22b-23.

Este era un padre realmente desesperado. Su hijo estaba muy enfermo y ya no sabía qué hacer para ayudarlo. Entonces fue a Jesús, pero Él no se encontraba allí, había salido con Pedro, Jacobo y Juan. Entonces el padre habla con los nueve discípulos que habían quedado para que ayudaran a su hijo, pero no pudieron hacer nada. En ese momento llegó Jesús y estoy seguro que varios comenzaron a respirar aliviados…

Este hombre le explica a Jesús la situación del muchacho y le pide ayuda, pero según la construcción gramatical y la palabra griega dynei usada en el original bíblico, lo hace de una forma irónica. Le dice: “si puedes…” En otras palabras: “Tus discípulos lo intentaron pero no pudieron… ¿y tú puedes?” Entendemos la frustración y desesperación de este hombre, pero decirle a Jesús si realmente tenía la capacidad de sanar…

La respuesta del Señor es interesante. Le contesta con la misma palabra griega dynei que el padre había usado, pero ahora le pasa el desafío a él: “Si tú puedes creer…” La sanidad de su hijo no dependía de la capacidad de Jesús sino de la fe del padre. ¡El poder de Cristo nunca está en discusión! ¡Él todo lo puede! Pero lo que no estaba claro era la fe del necesitado.

En ese momento el padre se quiebra y “clama” a Jesús. Es un grito de angustia, desesperación y reconocimiento sincero de su poca fe: “¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!” Eso era todo lo que quería escuchar el Señor. Este hombre apenas podía creer, pero le pide a Jesús que lo ayude con su incredulidad. En ese mismo momento el Señor obró el milagro.

No necesitamos desafiar a Dios con frases como “si eres Dios entonces…”. “Si tienes tanto poder…”. “Si realmente me amas…” o “si crees que lo merezco…” Nada de eso toca el corazón de Dios. Jesús nos enseñó cómo pedir al Padre Celestial de manera personal y directa: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. (Mateo 6:5-7).

Jesús nos confronta con nosotros mismos y nos dice: “Yo todo lo puedo, pero tú, ¿realmente puedes creer en mí?, porque al que cree, todo le es posible”.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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