“Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre”. Deuteronomio 3:11.

El rey Og dormía en una cama que medía más de ¡13 pies de largo por 6 pies de ancho! Si estás acostumbrado al sistema métrico, son 4,11 metros de largo por 1,82 m de ancho. La medida americana de la cama “King” tiene 76 x 80 pulgadas. ¡La de este rey media el doble! ¿Puedes hacerte una idea de su tamaño? Comparémoslo con Goliat que medía “solo” 9.3 pies. ¡Esta cama le sobraba a Goliat casi un metro y medio!

Este rey intimidaba con solo verlo. ¿Alguien podría tener el valor suficiente para enfrentarlo? Sí, si a esa persona Dios le prometía la victoria, pero había que creer la promesa. La generación de israelitas que salió de Egipto no pasó la prueba y murieron en el desierto. Pero sus hijos, la siguiente generación, creyeron y avanzaron confiando en Dios.

Casi al final de los 40 años de peregrinación por el desierto, el pueblo de Israel se encontraba al este del Jordán, y el rey Og los enfrenta. Allí mismo Dios le habló a Moisés y le dijo: “No le tengas miedo, porque en tu mano lo he entregado, a él y a todo su pueblo, y a su tierra; y harás de él como hiciste de Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón. E hirieron a él y a sus hijos, y a toda su gente, sin que le quedara uno, y se apoderaron de su tierra” (Números 21:34-35). ¡Qué promesa! Si Dios iba delante de ellos, estaba todo dicho.

La generación que Dios levantó en el desierto aprendió a tener mentalidad conquistadora, así que arrasaron con Og y con todos los que se les opusieron. “El resto de Galaad, y todo Basán, del reino de Og, toda la tierra de Argob, que se llamaba la tierra de los gigantes, lo di a la media tribu de Manasés”. (Deuteronomio 3:13). La tierra de los gigantes de Anac ahora era la tierra de los ¡gigantes de Dios!

¿Estás enfrentando una situación que te parece desbordante, inmensa, imposible de vencer? Las victorias sobre el enemigo y las circunstancias que parecen más grandes que nuestras posibilidades vienen cuando avanzamos con fe en las promesas de Dios.

Recuerda las veces en las que el Señor intervino y te dio la victoria. No mires con miedo a aquello que está intimidándote, mira al Señor. Siempre Él es más grande. ¡Dios es el Poderoso Gigante que pelea por ti!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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