“Dijo el Señor: Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y cuando eso pase y tú vuelvas a mí, fortalece a tus hermanos”. Lucas 22:31-32.

La palabra zarandeo en griego es siniazo que significa “apalear, aventar, cernir”. Pedro tenía en su mente la imagen del trigo siendo sacudido en el tamiz para quitar la paja y dejar la semilla limpia. Más de una vez habría leído en Amós 9:9 lo que Dios iba a hacer con Israel para que volviera a Él: “Porque he aquí yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra”.

Pedro habrá pensado: “¿Zarandeados Señor… en serio?”. Y como no era de los que se quedaban callados, hablaba y después pensaba, dijo: “¡Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte!” (v. 33). ¡Wow! Qué tremenda confianza… en sí mismo. Pocas horas después, el segundo canto de un simple gallo lo volvió a la realidad.

¿Por qué el Señor permitió que el diablo zarandeara a sus discípulos? Si el Señor los amaba tanto, ¿por qué meterlos en presiones tan grandes? ¡Hasta sabía que Pedro le iba a negar! Si hubiéramos estado ahí, quizás le habríamos dicho al Señor: “Mira a estos pobres muchachos… ¡No permitas que un fiel seguidor te niegue! ¿En serio quieres que todos te dejen solo en la cruz…?” Pero Jesús sabía que el zarandeo era necesario para que la fe de ellos creciera. De hecho, le dijo a Pedro que una vez que pasara esta prueba ¡él ayudaría a sus hermanos a permanecer fieles al Señor!

Pedro no fue el mismo después de haber negado a Jesús. ¡Su fe en Cristo fue mucho más fuerte! Ahora dependería del Señor totalmente. Lleno del Espíritu Santo se atrevió a lo imposible. Fue usado con poder para sanar paralíticos, resucitar muertos, ¡hasta su sombra sanaba enfermos! Incluso dice la historia que murió crucificado cabeza abajo porque no se sentía digno de morir como su Maestro.

No todos los zarandeos son iguales, tampoco son eternos. Él sabe lo que permite en nuestras vidas porque no hace nada sin tener un propósito en mente. Es necesario que el orgullo y la autosuficiencia salgan fuera del tamiz; es paja inservible. Necesitamos depender de Él para todo.

Cuando te parezca que el tamiz se mueve demasiado, recuerda esta promesa: “Yo ruego por ti para que no te falte la fe”.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

compartir por messenger
compartir por Whatsapp