“Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir”. 2 Reyes 8:5.

Dios iba a enviar siete años de hambruna a Israel con la intención de que se arrepintiera de la idolatría, corrupción y violencia. Antes de esto, el profeta Eliseo le dijo a la mujer sunamita que se fuera con su familia temporalmente a otro lugar para salvar su vida. Ella obedeció a la palabra de Dios y se fue a la tierra de los filisteos. Al finalizar el tiempo estipulado regresó a Sunem y descubrió que habían tomado sus tierras, sus bienes, su casa, y no tenía donde vivir. ¿Qué haría ahora? Lo había perdido todo.

Pero esta mujer no se iba a quedar llorando y con los brazos cruzados. Fue hasta el rey a pedirle que le devolvieran lo que le pertenecía. Quizás pensó mientras iba de camino: “¿Realmente habrá sido una palabra de Dios que me fuera de mi tierra…? ¡Sí! Conozco a Dios y al profeta. Algo va a hacer el Señor”.

La mujer y su hijo se presentaron ante el rey, y al ingresar escucha: “¡Esta es la mujer! ¡Justamente de ella te estaba hablando; y su hijo resucitado es este!” El rey quedó maravillado. El testimonio de Giezi se estaba corroborando en ese preciso instante. Entonces el rey dijo: “Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora” (v. 7). ¡Aleluya! ¡No perdió absolutamente nada!

La providencia de nuestro Dios es maravillosa. Tiene todo coordinado, sus planes son perfectos. Cuando da una palabra la cumple al pie de la letra. Él inquietó al rey para pedirle a Giezi que le contara sobre los milagros que había hecho Eliseo. Eran muchos, pero el Señor hizo coincidir el relato de la mujer y su hijo resucitado justo cuando ella se presentó en ese lugar. ¡Dios tiene el control de la vida de los justos!

¿Estás preocupado porque hay planes que parecen retrasados o detenidos? ¿Obedeciste a una palabra de Dios y sientes que fue un error? ¿Alguien te está quitando algo que Dios te dio? Toma el ejemplo de la sunamita, haz tu parte y espera la respuesta en el tiempo perfecto de Dios.

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”. (Salmo 42:5).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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