“Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”. 1 Timoteo 6:7.

Si hay algo que puede frustrarnos es descubrir que después de un largo viaje en avión, nuestras maletas se extraviaron. Esto le sucedió a un pastor que era el orador principal de una conferencia. Debía buscar una solución rápida porque esa noche predicaba y solo tenía su maletín de mano. Entonces el pastor anfitrión le dijo que no se preocupara, que se encargaría de hacerle llegar un traje. Y así fue.

Ya en la reunión, el pastor quiso guardar algo en uno de los bolsillos del saco y se dio cuenta que no tenía bolsillos, entonces intentó en los bolsillos del pantalón y descubrió que ¡el traje no tenía ningún bolsillo! Al finalizar el servicio, se acercó al pastor amigo y le preguntó por qué le había mandado un traje sin bolsillos. Para su sorpresa, la respuesta fue: “Es que el traje me lo envió un hermano que tiene una funeraria…”

Es verdad, no vamos a necesitar bolsillos para ir a la eternidad. El apóstol Pablo fue claro al decir que no vamos a poder sacar nada de esta tierra para llevar al cielo. Sin duda esto nos debería hacer reflexionar sobre nuestras prioridades.

Jesús usó una parábola para hablar acerca de la eternidad. En cierta ocasión dijo a los que le escuchaban: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. (Lucas 12:15). Inmediatamente les relató la parábola de un hombre rico que había ocupado toda su vida en acumular riquezas. Cuando parecía que estaba listo para disfrutar de una maravillosa jubilación, Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (v. 20). Este hombre equivocó sus prioridades, y al fin perdió lo más importante, la salvación de su alma.

Debemos tener cuidado de no caer en el error de proveer solo para nosotros mismos ignorando a los demás, o enfocarnos solo en lo que es temporal, olvidándonos de la vida eterna.

¿Es la eternidad una prioridad en nuestra vida? Si queremos saber la respuesta, solo observemos en qué invertimos nuestro tiempo. Es fácil dejar que las exigencias y responsabilidades de cada día eclipsen la importancia de nuestra herencia eterna, pero necesitamos invertir en ella.

Piensa siempre en el valor eterno de tus planes y objetivos y asegúrate de que estén alineados con los deseos de Dios para tu vida. “Haceos tesoros en el cielo”. (Mt 6.20).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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